Así que, hermanos, os ruego por las
misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto. (Rom. 12:1)
Dios
requiere consagración absoluta a sus preceptos. Debemos cultivar con dedicación
nuestras facultades más nobles. Dios nos presta nuestros talentos para que los
usemos, no para que los pervirtamos si abusamos de ellos. Debemos mejorarlos
por medio del uso, para que se pueda realizar la obra de Dios. (YI, 30-06-1898)
Debemos
consagrarnos plenamente al servicio de Dios, tratando de que esa ofrenda sea lo
más perfecta posible. A Dios no lo satisfará nada que no sea lo mejor que
podamos ofrecer. Los que lo aman de todo corazón desearán consagrarle el mejor
servicio de su vida, y constantemente tratarán de poner cada facultad de su ser
en armonía con las leyes que los ayudarán a cumplir su voluntad. (PP:318-320)
Es
necesaria la consagración personal, cosa que no se puede conseguir a menos que
se haya cultivado y atesorado la santidad de corazón. (RH, 02-08-1900)
Sea tu
oración: "Tómame ¡oh Señor! como enteramente tuyo. Pongo todos mis planes
a tus pies. Úsame hoy en tu servicio. Mora conmigo, y sea toda mi obra hecha en
ti". Este es un asunto diario. (CC:73)
La consagración
de todas nuestras facultades a Dios simplifica enormemente el problema de la
vida. Debilita y acorta millares de batallas contra las pasiones del corazón
natural. La religión es como una cadena de oro que liga las almas de jóvenes y
ancianos a Cristo. Por medio de ella los que están dispuestos y son obedientes
son llevados a salvo a través de la oscuridad y de intrincados senderos hasta
la ciudad de Dios…
¡Cuántas
veces las cosas profundas de Dios se han desplegado ante nosotros! ¡En qué alta
estima deberíamos tener tan preciosos privilegios! Los esplendorosos rayos de
la luz celestial fulguran sobre vuestra senda. . . . Recibid y atesorad cada rayo
celestial, en vuestra senda irá aumentando la luz hasta que el día sea perfecto.
(YI, 02-02-1893) (07)
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