Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús,
coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que
por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Hebreos 2:9. {RJ 9.1}
El Señor creó al hombre puro y santo. Pero Satanás lo descarrió,
pervirtiendo sus principios y corrompiendo su mente, encaminando sus
pensamientos por senderos errados. Su propósito era corromper enteramente al
mundo. {RJ
9.2}
Cristo vio el terrible peligro del hombre, y determinó salvarlo por
medio de su propio sacrificio. Para cumplir su propósito de amor por la raza
caída se hizo hueso de nuestros huesos y carne de nuestra carne. “Así que, por
cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo
mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la
muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte
estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre... Por lo cual debía ser en
todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo
sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. Pues
en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que
son tentados”. Hebreos
2:14-18. {RJ
9.3}
Por medio de la acción del Espíritu Santo, un nuevo principio de poder
mental y espiritual debía alcanzar al hombre, quien, por su asociación con la
Divinidad, habría de ser uno con Dios. Cristo, el redentor y restaurador, habría
de santificar y purificar la mente del hombre, haciéndola un poder para atraer
a otras mentes hacia El. Por medio del poder santificador y elevador de la
verdad, es su propósito dar al hombre nobleza y dignidad. Desea que sus hijos
revelen su carácter, ejerzan su influencia, para que otras mentes puedan ser
atraídas a la armonía con la mente divina... {RJ 9.4}
Por causa de nuestra culpa, Cristo podría haberse alejado de nosotros.
Pero en lugar de hacerlo, vino a morar entre nosotros, lleno de la plenitud de
la Divinidad, para ser uno con nosotros, para que por medio de su gracia
alcanzáramos la perfección. Por una muerte de vergüenza y sufrimiento pagó
nuestro rescate. Descendió de las alturas, su divinidad vestida de humanidad,
bajando escalón tras escalón hasta las más bajas profundidades de la
humillación. Ninguna medida puede sondear la profundidad de su amor... {RJ 9.5}
Me maravilla que los profesos cristianos no puedan captar los recursos
divinos, que no puedan ver más claramente la cruz como medio de perdón, como
medio de poner el orgulloso y egoísta corazón del hombre en contacto directo
con el Espíritu Santo, para que las riquezas de Cristo puedan ser derramadas en
su mente, y que el agente humano esté adornado con las gracias del Espíritu, para
que Cristo pueda ser recomendado a los que no le conocen.—The Signs of the Times, 24 de
septiembre de 1902. {RJ
9.6}
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