El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos
de Dios. Romanos
8:16. {RP
14.1}
Si el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos
de Dios, ¿cuáles serán los resultados? El creyente someterá todo su ser a la
voluntad divina. Entonces, en su maravillosa condescendencia, la Majestad de
los cielos establece una santa relación familiar con los que lo buscan de todo
corazón. Como consecuencia, mediante una abundante manifestación de la gracia
de Dios, el hijo del Altísimo—el creyente—, es llevado a mantener con su Padre
una dependencia semejante a la de los niños con los suyos. Consagre a Dios todo
su ser—cuerpo y espíritu—con entera confianza en su poder y en su voluntad de
bendecirlo, no importa cuán desvalido e indigno sea usted. “Más a todos los que
le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos
hijos de Dios”. Juan
1:12. {RP
14.2}
No caiga en la actividad impaciente, sino sea celoso en la fe, con un
sólo propósito definido: atraer creyentes a Cristo, el Redentor crucificado.
Esta obra no se realiza como resultado de un sermón lógico que logra convencer
al intelecto. El corazón necesita ser persuadido y ablandado por la ternura. La
voluntad tiene que ser sometida al arbitrio de Dios, y todas las aspiraciones
deben tener una orientación celestial. Aliméntese de la Palabra del Dios
viviente. El efecto debe verse en la vida práctica. Ella debe apoderarse de los
comandos de todo el ser... {RP 14.3}
Cuando confiemos plenamente en Cristo, nos daremos a nosotros mismos en
ofrenda a Dios. Nuestra dependencia estará centrada en la virtud y en la intercesión
de Cristo como nuestra única esperanza. No hay confusión, ni sospecha, puesto
que por la fe vemos a Jesús, el enviado de Dios, cuya misión es lograr la
reconciliación con los pecadores. Si deseamos creer solamente en Cristo, él
está comprometido con un pacto solemne de mediar en favor de los que, por su
intermedio, se acercan al Padre, con el propósito de garantizar su salvación.
Este privilegio está garantizado si nos acercamos confiadamente el trono de la
gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.—Manuscript Releases, 276, 277.{RP 14.4}
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