Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo. Job 19:25. {MSV 13.3}
Una de las verdades más solemnes y más gloriosas que revela la Biblia,
es la de la segunda venida de Cristo para completar la gran obra de la
redención. Al pueblo peregrino de Dios, que por tanto tiempo hubo de morar en
“región y sombra de muerte”, le es dada una valiosa esperanza inspiradora de
alegría en la promesa de la venida de Aquel que es “la resurrección y la vida”
para hacer “volver al hogar a sus hijos exiliados”. La doctrina del segundo
advenimiento es verdaderamente la nota tónica de las Sagradas Escrituras. Desde
el día en que la primera pareja se alejara apesadumbrada del Edén, los hijos de
la fe han esperado la venida del Prometido que había de aniquilar el poder
destructor de Satanás y volverlos a llevar al paraíso perdido... Enoc, que se contó
entre la séptima generación descendiente de los que moraran en el Edén y que
por tres siglos anduvo con Dios en la tierra, pudo contemplar desde lejos la
venida del Libertador. “He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de
millares, para hacer juicio contra todos”. Judas 14, 15. El patriarca Job,
en la lobreguez de su aflicción, exclamaba con confianza inquebrantable:
“Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo... En mi
carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no
otro”. Job
19:25-27—Seguridad
y Paz en el Conflicto de los Siglos, 344. {MSV 13.4}
Quiera el Dios de toda gracia iluminar de tal manera su entendimiento,
que usted pueda distinguir las cosas eternas, para que por medio de la luz de
la verdad sus propios errores, que son muchos, puedan ser descubiertos por
usted tales como son, de manera que pueda llevar a cabo los esfuerzos
necesarios para eliminarlos, y para que en lugar de ese fruto maligno y amargo
pueda producir fruto precioso para vida eterna. {MSV 14.1}
Humille delante de Dios su corazón pobre, orgulloso y justo según su
propia opinión. Humíllese mucho, muchísimo; quebrántese al reconocer su
pecaminosidad, y acuda a los pies de Jesús. Dedíquese a la tarea de prepararse.
No descanse hasta poder decir en verdad: “Mi Redentor vive, y puesto que él
vive, yo también viviré”. {MSV 14.2}
Si pierde el Cielo, lo pierde todo. Si obtiene el Cielo, lo logra todo.
No se equivoque en esto, se lo ruego. Hay implícitos intereses eternos. Hágalo
todo cabalmente.—Testimonies
for the Church 2:81. {MSV
14.3}
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