Llamados hijos de Dios, 1 de enero
Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de
Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. 1 Juan 3:1. {DNC 9.1}
Mientras Juan pensaba en el amor de Cristo, se sintió impulsado a
exclamar: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos
de Dios”. {DNC
9.2}
La gente considera un gran privilegio ver a un personaje de la familia
real, y miles viajan grandes distancias para contemplar a uno de ellos. ¡Cuánto
mayor es el privilegio de ser hijos e hijas del Altísimo! ¿Qué prerrogativa más
grande se nos podría conferir que la de permitirnos formar parte de la familia
real? {DNC
9.3}
A fin de llegar a ser hijos e hijas de Dios, debemos separarnos del
mundo. “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor,... y seré a
vosotros Padre, y vosotros me seréis a mí hijos e hijas”. {DNC 9.4}
Hay un cielo delante de nosotros, una corona de vida que ganar. Pero
sólo se dará la recompensa al vencedor. El que gane el cielo debe entrar
revestido del manto de justicia. “Y todo aquel que tiene esta esperanza en él,
se purifica a sí mismo, así como él es puro”. 1 Juan 3:3. En el carácter de
Cristo no había desarmonía de ninguna especie. Y ésta debe ser nuestra
experiencia. Nuestra vida debe estar dominada por los principios que regían la
suya. {DNC
9.5}
Por medio de la perfección del sacrificio hecho en favor de la raza culpable,
los que creen en Cristo, al venir a él, pueden ser salvados de la ruina
eterna... {DNC
9.6}
Que nadie sea engañado de tal manera por el enemigo como para pensar que
es una condescendencia para algún hombre, por talentoso o culto o digno que
sea, la aceptación de Cristo. Cada ser humano debe mirar al cielo con
reverencia y gratitud, y exclamar con asombro: “Mirad cuál amor nos ha dado el
Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”.* {DNC 9.7}
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