Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo...
para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la
adopción de hijos. Gálatas 4:4, 5. {RJ 8.1}
En ocasión de la primera venida de Cristo, tinieblas cubrían la tierra y
oscuridad las naciones. La verdad miraba desde los cielos y en ninguna parte
podía discernir el reflejo de su imagen. La oscuridad espiritual había cubierto
el mundo religioso, y esta oscuridad era casi universal y completa... {RJ 8.2}
Todo proclamaba la urgente necesidad que tenía la tierra de un Maestro
enviado de Dios, un Maestro en quien se hubieran unido la divinidad y la
humanidad. Era esencial que Cristo apareciera en forma humana, y estuviera a la
cabeza de la raza humana, para elevar a los caídos seres humanos. {RJ 8.3}
Cristo se ofreció para poner a un lado su manto real y su corona regia,
y venir a esta tierra para mostrar a los seres humanos lo que pueden llegar a
ser si cooperan con Dios. Vino para brillar en medio de la oscuridad, para
disipar las tinieblas con el resplandor de su presencia... {RJ 8.4}
En consulta, el Padre y el Hijo decidieron que Cristo debía venir al
mundo como un niño, y vivir la vida de los seres humanos desde la niñez hasta
la madurez, soportar las pruebas que ellos deben soportar, y al mismo tiempo
vivir una vida sin pecado, como para que los hombres pudieran ver en El un
ejemplo de lo que podrían llegar a ser, y para que El supiera por experiencia
cómo ayudarles en sus luchas con el pecado. Fue probado como es probado el
hombre, tentado como es tentado el hombre. La vida que vivió en este mundo la
pueden vivir los hombres por medio de su poder y bajo sus instrucciones... {RJ 8.5}
Los patriarcas y los profetas habían predicho la venida de un
distinguido Maestro, cuyas palabras estarían revestidas con poder y autoridad
invencibles. Habría de predicar el Evangelio a los pobres, y proclamar el año
aceptable del Señor. Habría de traer juicio a la tierra; las costas debían
esperar su ley; las naciones andarían a su luz, y los reyes al resplandor de su
nacimiento. El era el “ángel del pacto” y el “Sol de justicia”... {RJ 8.6}
Y “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo”... El
Maestro celestial había venido. ¿Quién era? Nada menos que el Hijo de Dios
mismo. Apareció como Dios y al mismo tiempo como el Hermano mayor de la raza
humana.—The
Signs of the Times, 17 de mayo de 1905. {RJ 8.7}
Practicaba lo que enseñaba... El era lo que enseñaba. Sus palabras no
sólo eran la expresión de la experiencia de su propia vida, sino de su propio
carácter. No sólo enseñó la verdad; El era la verdad. Eso fue lo que dio poder
a su enseñanza.—La
Educación, 78, 79. {RJ
8.8}
Comentarios
Publicar un comentario