“Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la
verdad, porque no hay verdad en él”. Juan 8:44. {CT 12.1}
Al referirse a Satanás, Cristo dijo: “No ha permanecido en la verdad”.
Hubo un momento cuando Satanás mantuvo una relación con Dios, Jesucristo y los
santos ángeles. Se lo enalteció en los cielos e irradiaba la luz y la gloria
que provenían del Padre y el Hijo, pero llegó a ser desleal y perdió su
santidad y su posición como querubín protector. Llegó a oponerse a Dios,
apostató y se lo excluyó del cielo. Estableció su imperio y plantó el
estandarte de su rebelión contra la ley de Jehová. Invitó a las fuerzas del mal
a agruparse en torno a su bandera con el fin de establecer una desesperada
confederación maligna para luchar contra el Dios del cielo. Luchó con
perseverancia y determinación para perpetuar su rebelión y hacer que los
miembros de la familia humana se apartasen de la verdad de la Biblia y se
pusieran bajo su estandarte. {CT 12.2}
Tan pronto como el Señor, por medio de Jesucristo, creó nuestro mundo y
colocó a Adán y Eva en el Jardín del Edén, Satanás proclamó su propósito de
transformar a su semejanza a los padres de la humanidad y enrolarlos en las
filas de su rebelión. El enemigo estaba decidido a borrar la imagen de Dios de
toda descendencia humana e implantar la suya propia en lugar de la divina. Y
con el fin de lograr sus propósitos adoptó métodos de engaño. Se lo llamó el
padre de mentira, acusador de Dios y de quienes son leales a él y asesino desde
el principio. Utilizó todo medio disponible con el fin de lograr que Adán y Eva
cooperaran con él en la apostasía y logró introducir la rebelión en nuestro
mundo. {CT
12.3}
Toda la vasta y compleja maquinaria de las agencias del mal se ha puesto
en acción en estos últimos días. Generación tras generación, época tras época,
Satanás ha reunido a los instrumentos humanos por medio de quienes ejecuta sus
propósitos diabólicos con el fin de imponer sus planes y estratagemas en la
tierra. La putrefacta fuente de maldad ha fluido continuamente a través de la
sociedad humana. Al ser incapaz de destronar al Altísimo, Satanás ha atribuido
a Dios sus propias características y ha reclamado para sí los atributos
divinos. Es un engañador y por medio de su agudeza sinuosa, de sus prácticas
tramposas, ha orientado hacia él todo el honor y la honra que los seres humanos
deben brindarle a Dios y ha interpuesto su trono satánico entre los adoradores
humanos y el divino Padre.—Manuscrito 39, 1894. {CT 12.4}
Comentarios
Publicar un comentario