Compartamos los tesoros celestiales, 12 de febrero
De gracia recibisteis, dad de gracia. Mateo 10:8. {AFC 50.2}
El bendito Redentor nos ha dejado un ejemplo para vivir los preceptos de
la ley. Dice a sus seguidores: “De gracia recibisteis, dad de gracia”. Debemos
tener el corazón abierto para recibir los ricos tesoros del cielo, y nuestro
corazón ha de estar abierto para que salgan esas riquezas hacia otros.
Necesitamos habitar en Cristo, entonces seremos un canal constante por el cual
comunicará Dios a nuestros hermanos y a todo el mundo su bondadoso
Espíritu... {AFC
50.3}
Cuando tengamos una seguridad, clara y brillante, de nuestra propia
salvación, manifestaremos alegría y felicidad propias de cada seguidor de
Jesucristo. La suavizadora y subyugante influencia del amor de Dios, llevada a
la vida práctica, impresionará en las mentes lo que es un sabor de vida para
vida. Pero si se manifiesta un espíritu áspero y crítico apartará a muchas
almas de la verdad hacia las filas del enemigo. ¡Solemne pensamiento! Tratar
pacientemente con los tentados requiere de nosotros el luchar contra nosotros
mismos. Pero Dios nos ha dado a Jesús y creyendo en él como en nuestro Salvador
personal, todo el cielo está a nuestra disposición. La posesión comprada por
Cristo nos rodea por doquiera. Por doquiera hay necesidad, desdicha y pecado.
“De gracia recibisteis, dad de gracia”.—Carta 1a, 1894. {AFC 50.4}
Cristo ha unido sus intereses con los de la humanidad, y nos pide que
nos identifiquemos con él para la salvación de la humanidad... El pecado es el
mayor de todos los males, y debemos apiadamos del pecador y ayudarle... Cuando
veamos a un ser humano en angustia, ora sea por causa de la aflicción o el
pecado, nunca diremos: Esto no me incumbe.—El Deseado de Todas las Gentes, 449. {AFC 51.1}
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