“Emanuel, Dios con nosotros”. Esto lo es todo para nosotros. ¡Qué ancho fundamento coloca para nuestra fe! ¡Qué esperanza llena de inmortalidad pone ante el alma creyente! ¡Dios con nosotros en Cristo Jesús para acompañamos en cada etapa del viaje al cielo! ¡El Espíritu Santo con nosotros como Consolador y Guía en nuestras perplejidades, para aliviar nuestras tristezas y escudamos de la tentación! “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!” (Hijos e hijas de Dios, p. 297).
Tenemos que aprender individualmente esta lección de confianza especial en nuestro Salvador. Debemos confiar en nuestro Padre celestial, así como un niño confía en sus padres terrenales, y hemos de creer que obra para nuestro bien en todas las cosas... Yo puedo confiar en mi Salvador; me salva hoy, y mientras estoy luchando para vencer las tentaciones del enemigo, me dará gracia para triunfar (En lugares celestiales, p. 118).
Cristo no dijo a sus discípulos que su trabajo sería fácil. Les mostró la vasta confederación del mal puesta en orden de batalla contra ellos. Tendrían que luchar “contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires” (Efesios 6:12). Pero no se los dejaría luchar solos. Les aseguró que él estaría con ellos; y que si ellos avanzaban con fe, estarían bajo el escudo de la omnipotencia. Les ordenó que fuesen valientes y fuertes; porque Uno más poderoso que los ángeles estaría en sus filas: el General de los ejércitos del cielo. Hizo amplia provisión para la prosecución de su obra, y asumió él mismo la responsabilidad de su éxito. Mientras obedecieran su palabra y trabajasen en comunión con él, no podrían fracasar. Id a todas las naciones, les ordenó, id a las partes más alejadas del globo habitable, y estad seguros de que aún allí mi presencia estará con vosotros. Trabajad con fe y confianza; porque yo no os olvidaré nunca. Estaré siempre con vosotros, ayudándoos a realizar y cumplir vuestro deber, guiándoos, alentándoos, santificándoos, sosteniéndoos y dándoos éxito en hablar palabras que llamen la atención de otros al cielo (Los hechos de los apóstoles, p. 24).
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