Unir la piedad personal con la labor
evangelizadora, 9 de febrero
“Conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro
Señor Jesucristo para vida eterna”. Judas 21. {CT 48.1}
Somos la familia de Dios, somos sus hijos y él nos ha de instruir en
relación a lo que habrá de acontecer en el futuro. Se requiere una actitud
vigilante y una búsqueda ferviente como preparación para los solemnes eventos
que pronto se desencadenarán. Los hombres y mujeres perfectos en Cristo no
debieran invertir todo su tiempo de espera en la meditación y la contemplación.
En tanto nos consagramos en quietud a la meditación y oración, cuando nos
alejamos de la excitación y el bullicio para establecer comunión con Dios y
determinar cuál es su voluntad para nosotros, no debemos olvidar que tenemos
que comunicar un mensaje de advertencia al mundo. {CT 48.2}
Enoc caminó con Dios y llevó un mensaje de advertencia a los habitantes
del mundo antiguo. Sus palabras y acciones, su ejemplo de piedad, fueron un
testimonio constante en favor de la verdad. En una época que no favorecía el
desarrollo de un carácter puro y santo, como la nuestra, él vivió una vida de
obediencia. Tan llena estaba la tierra de impurezas que el Señor la lavó con un
Diluvio. Fue como si el mundo se hubiese vuelto al revés a fin de vaciarlo de
toda corrupción. {CT
48.3}
Enoc era santo porque caminó con Dios como el Señor quería. En su
experiencia el mundo tuvo una representación de cómo serán aquellos que han de
ser arrebatados en las nubes para encontrar al Señor en el aire en ocasión de
su venida. Así como fue la experiencia de Enoc ha de ser la nuestra. La piedad
personal debe marchar unida con las más enérgicas advertencias y llamamientos.
Hemos de señalar lo que está ocurriendo y lo que pronto vendrá. Se nos ha
instruido a ser, en lo que requiere diligencia, “no perezosos, fervientes en espíritu,
sirviendo al Señor”. Hemos de ser fervientes en nuestros esfuerzos por preparar
el camino ante el Rey: en preparar un pueblo para la venida del Señor. En
nuestro servicio al Señor debiera manifestarse un espíritu ferviente. Las
lámparas del alma deben mantenerse llenas y encendidas. {CT 48.4}
El servicio que rendimos a Dios requiere la integridad de la mente, del
alma y de las fuerzas. Hemos de consagrarnos a Dios sin reservas, a fin de
ofrecer una imagen celestial y no terrenal. Debe manifestarse un avivamiento de
la sensibilidad, para que la mente pueda despertar plenamente a la labor que se
debe realizar en todas las clases sociales, altas y bajas, ricas y pobres,
educadas e ignorantes. Debemos revelar una ternura semejante a la del gran
Pastor quien carga a los corderos en sus brazos y guarda su rebaño de todo mal
y lo conduce por sendas seguras. Los seguidores de Cristo debieran manifestar
ternura y simpatía y un intenso deseo de impartir las verdades que serán de
vida eterna para todo aquel que las reciba.—Carta 97, 1902; Manuscript Releases 12:213, 214. {CT 48.5}
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