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de Febrero ME
CONCEDE PODER DE LO ALTO.- MI VIDA HOY
Más recibiréis la virtud del
Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, y
en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra. (Hechos 1:8)
El
Espíritu Santo descendería sobre los que amaran a Cristo. De esta manera,
gracias a la glorificación de su Capitán y por medio de ella, aquéllos se
pondrían en condiciones de recibir los dones necesarios para cumplir su misión.
El Dador de vida tenía en sus manos no solamente las llaves de la muerte, sino
todo un cielo de ricas bendiciones. Toda potestad le había sido dada en el
ciclo y en la tierra; y siendo que ocupó el lugar que le corresponde en los
atrios celestiales, puede dispensar esas bendiciones a todos cuantos lo
reciban. La tierra fue, bautizada con el poder del Espíritu. Se impartió
capacidad a los discípulos para que salieran a proclamar el nombre de Cristo,
primero en Jerusalén, donde se había efectuado la vergonzosa obra de deshonrar
al rey legítimo, y luego en las par que más remotas de la tierra. Esa fue la
evidencia de e Cristo había sido
entronizado en su reino como Mediador. (BE, 22-05-1899)
Dios desea
que los que reciban su gracia sean testigos de su poder. A aquellos cuya
conducta ha sido más ofensiva para él los acepta libremente; cuando se
arrepienten, les imparte su Espíritu Divino; los coloca en las más altas
posiciones de confianza, y los envía al campamento de los desleales a proclamar
su ilimitada misericordia. (DTG:754)
Dios mismo
ha tomado medidas para que cada alma que se dirige al Señor pueda recibir la
colaboración inmediata de Jehová. El Espíritu Santo lo capacita con su
eficacia. (RH, 22-03-1898)
Lo que
necesitarnos es el poder del Espíritu. Este logrará más en un minuto de lo que
podríamos realizar con nuestras palabras. (MS 71, 1903)
El Espíritu se
concede solamente a los que esperan humildemente en el Señor, y buscan su
dirección y su gracia. El poder de Dios aguarda a que lo pidan y reciban.
Cuando se la reclama por fe, esta bendición prometida arrastra consigo todas
las demás bendiciones. (RH, 19-11-1908) (49)
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