Buenas nuevas del reino, 1 de enero
Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y
predicando el evangelio del reino. Mateo 4:23. {MGD 9.1}
“Abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en
espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Mateo 5:2, 3. Estas palabras
resonaron en los oídos de la muchedumbre como algo desconocido y nuevo. Tal
enseñanza era opuesta a todo cuanto habían oído del sacerdote o del rabino. En
ella no podían notar nada que alentase el orgullo ni estimulase sus esperanzas
ambiciosas, pero este nuevo Maestro poseía un poder que los dejaba atónitos... {MGD 9.2}
En la multitud que rodeaba a Jesús había algunos que sentían su pobreza
espiritual... Había individuos acerca de cada uno de los cuales se podía decir
que, en presencia de la pureza de Cristo, se sentía “cuitado y miserable y
pobre y ciego y desnudo”. Apocalipsis 3:17. Anhelaban “la gracia de Dios que trae
salvación”. Tito
2:11... {MGD
9.3}
Refiriéndose a los pobres de espíritu, Jesús dice: “De ellos es el reino
de Dios”. Dicho reino no es, como habían esperado los oyentes de Cristo, un
gobierno temporal y terrenal. Cristo abría ante los hombres las puertas del
reino espiritual de su amor, su gracia y su justicia... Sus súbditos son los
pobres de espíritu, los mansos y los que padecen persecución por causa de la
justicia. De ellos es el reino de los cielos. Si bien aún no ha terminado, en
ellos se ha iniciado la obra que los hará “aptos para participar de la suerte
de los santos en luz”. Colosenses 1:12. {MGD 9.4}
Todos los que sienten la absoluta pobreza del alma, que saben que en sí
mismos no hay nada bueno, pueden hallar justicia y fuerza recurriendo a
Jesús... Os invita a cambiar vuestra pobreza por las riquezas de su gracia. No
merecemos el amor de Dios, pero Cristo, nuestro fiador, es sobremanera digno y
capaz de salvar a todos los que vengan a él. No importa cuál haya sido la
experiencia del pasado ni cuán desalentadoras sean las circunstancias del
presente, si acudimos a Cristo en nuestra condición actual: débiles, sin
fuerza, desesperados, nuestro compasivo Salvador saldrá a recibirnos mucho
antes de que lleguemos y nos rodeará con sus brazos amantes y con el manto de
su propia justicia.—El
Discurso Maestro de Jesucristo, 13-16. {MGD 9.5}
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