El carácter perverso conduce a la apostasía, 2
de marzo
“Maldito sea Canaán; siervo de
siervos será a sus hermanos”. Génesis 9:25. CT 70.1
Para repoblar la tierra, de la
cual el diluvio había barrido toda corrupción moral, Dios había preservado una
sola familia, la casa de Noé, a quien había manifestado: “A ti he visto justo
delante de mí en esta generación”. Sin embargo, entre los tres hijos de Noé
pronto se desarrolló la misma gran distinción que se había visto en el mundo
antediluviano. En Sem, Cam y Jafet, quienes habían de ser los fundadores del
linaje humano, se pudo prever el carácter de sus descendientes. CT 70.2
Hablando por inspiración divina
Noé predijo la historia de las tres grandes razas que habrían de proceder de
estos padres de la humanidad. Al hablar de los descendientes de Cam,
refiriéndose al hijo más que al padre, manifestó Noé: “Maldito sea Canaán,
siervo de siervos será a sus hermanos”... Estas perversas características se
perpetuaron en Canaán y su posteridad, cuya continua culpabilidad atrajo sobre
ellos el juicio de Dios... CT 70.3
A pesar de que la maldición
profética los había condenado a la esclavitud, la condena fue aplazada durante
siglos. Dios sobrellevó su impiedad y corrupción hasta que traspasaron los
límites de la paciencia divina. Entonces fueron desposeídos, y llegaron a ser
esclavos de los descendientes de Sem y de Jafet... CT 70.4
Durante algún tiempo, los
descendientes de Noé continuaron habitando en las montañas donde el arca se
había detenido. A medida que se multiplicaron, la apostasía no tardó en causar
división entre ellos. Los que deseaban olvidar a su Creador y desechar las
restricciones de su ley, tenían por constante molestia las enseñanzas y el
ejemplo de sus piadosos compañeros: y después de un tiempo decidieron separarse
de los que adoraban a Dios. Para lograr su fin, emigraron a la llanura de
Sinar, que estaba a orillas del río Éufrates. Les atraían la hermosa ubicación
y la fertilidad del terreno, y en esa llanura resolvieron establecerse. CT 70.5
Decidieron construir allí una
ciudad, y en ella una torre de tan estupenda altura que fuera la maravilla del
mundo. Estas empresas fueron ideadas para impedir que la gente se esparciera en
colonias. Dios había mandado a los hombres que se diseminaran por toda la
tierra, que la poblaran y que se enseñoreasen de ella; pero estos constructores
de la torre de Babel decidieron mantener su comunidad unida en un solo cuerpo,
y fundar una monarquía que a su tiempo abarcara toda la tierra. Así su ciudad
se convertiría en la metrópoli de un imperio universal; su gloria demandaría la
admiración y el homenaje del mundo, y haría célebres a sus fundadores. La
magnífica torre, que debía alcanzar hasta los cielos, estaba destinada a ser
algo así como un monumento del poder y sabiduría de sus constructores, para
perpetuar su fama hasta las últimas generaciones.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 99. CT 70.6
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