Conflicto y Valor


Un alumno lento, 10 de noviembre Jesús le dijo:¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? Juan 14:9. https://ift.tt/3H7rygE A la cabeza de uno de los grupos en los cuales estaban divididos los apóstoles, se destaca el nombre de Felipe. Fue el primer discípulo a quien Jesús dirigió la orden terminante: “Sígueme”... Había escuchado la enseñanza de Juan el Bautista, y le había oído anunciar a Cristo como el Cordero de Dios. Felipe buscaba sinceramente la verdad, pero era tardo de corazón para creer... Aunque Cristo había sido proclamado por la voz del cielo como Hijo de Dios, para Felipe era “Jesús, el hijo de José, de Nazaret”. Otra vez, cuando los cinco mil fueron alimentados, se reveló la falta de fe de Felipe. Para probarle, Jesús preguntó: “¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” ... Otra vez, en las últimas horas transcurridas antes de la crucifixión, las palabras de Felipe propendieron a desalentar la fe... Tan tardo de corazón, tan débil en la fe, era el discípulo que había estado con Jesús durante tres años.—El Deseado de Todas las Gentes, 259, 260. Deseaba que Cristo revelara al Padre en forma corporal; pero en Cristo, Dios ya se había revelado. ¿Es posible, dijo Cristo, que después de caminar conmigo, oyendo mis palabras, viendo el milagro de alimentar a los cinco mil, la curación de los enfermos de la terrible lepra, de traer los muertos a la vida, de resucitar a Lázaro, que era una víctima de la muerte, cuyo cuerpo ya había visto la corrupción, no me conozcas? ¿Es posible que no disciernas al Padre en las obras que realiza a través de mí? ... Dios no puede ser visto en forma corporal por ningún ser humano. Sólo Cristo puede representar al Padre a la humanidad.—The S.D.A. Bible Commentary 5:1141, 1142. En feliz contraste con la incredulidad de Felipe, se notaba la confianza infantil de Natanael. Era hombre de naturaleza intensamente fervorosa, cuya fe se apoderaba de las realidades invisibles. Sin embargo, Felipe era alumno en la escuela de Cristo, y el divino Maestro soportó pacientemente su incredulidad y torpeza. Cuando fue derramado el Espíritu Santo sobre los discípulos, Felipe llegó a ser un maestro según el orden divino. Sabía de qué hablaba, y enseñaba con una seguridad que infundía convicción a los oyentes. El Deseado de Todas las Gentes, 260.

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Satanás les ofrece a los hombres los reinos del mundo si ellos le ceden la supremacía. Muchos hacen esto y sacrifican el cielo. Es mejor morir que pecar; es mejor padecer necesidad que defraudar; es mejor pasar hambre que mentir.—Testimonies for the Church 4:495 (1880). {EUD 121.4}
Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que muchos suponen. Cuando Dios promete que “será amplio en perdonar”, añade, como si el alcance de esa promesa fuera más de lo que pudiéramos entender: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.19 El perdón de Dios no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es sólo el perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor que transforma el corazón. David tenía el verdadero concepto del perdón cuando oró “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. También dijo: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.20 {DMJ 97.2}
https://egwwritings.org/?ref=es_DMJ.97.2&para=175.533


“No cerrará el tiempo de gracia hasta que el mensaje haya sido proclamado con más claridad. La ley de Dios ha de ser magnificada [...] El mensaje de la justicia de Cristo ha de resonar de un extremo de la tierra hasta el otro para preparar el camino del Señor. Esta es la gloria de Dios que terminará la obra del tercer ángel”. Joyas de los Testimonios (JT), vol. 2, (Bs. As.: ACES, 1956), pp. 373,374