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NOTAS DE ELENA PARA LA ESCUELA SABÁTICA. 10 DE NOVIEMBRE: ESCLAVO EN EGIPTO

 NOTAS DE ELENA PARA LA ESCUELA SABÁTICA.

10 DE NOVIEMBRE: ESCLAVO EN EGIPTO 
El Señor deseaba preservar los intereses de los siervos. Ordenó a los israelitas que fueran misericordiosos y que tuvieran en cuenta que ellos mismos habían sido siervos. Se les ordenó que fueran considerados con los derechos de sus siervos. En ningún caso debían abusar de ellos. Al tratarlos no debían ser exigentes como los capataces egipcios habían sido con ellos. Habían de ejercer ternura y compasión en el trato con sus siervos. Dios deseaba que se pusieran en el lugar de los siervos y los trataran como hubieran deseado que otros los trataran a ellos en las mismas circunstancias (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 1120).

La religión de Jesucristo obra una reforma en la vida y el carácter. El verdadero cristiano busca constantemente la gracia que cambia los rasgos objetables del carácter natural. En vez de hablar palabras cortantes y dictatoriales, habla las palabras de ánimo que Cristo hablaría si estuviera en su lugar. Muestra benevolencia hacia todos, y no solamente a los pocos que alaban y exaltan su sabiduría. La pureza y santidad que se revelaron en la vida de Cristo irradian de la vida del verdadero cristiano (Alza tus ojos, p. 73).

El perdón concedido por este rey representa un perdón divino de todo pecado [Mateo 18:21–35]. Cristo es representado por el rey, que, movido a compasión, perdonó al siervo deudor. El hombre estaba bajo la condenación de la ley quebrantada. No podía salvarse a sí mismo, y por esta razón Cristo vino a este mundo, revistió su divinidad con la humanidad, y dio su vida, el justo por el injusto. Se dio a sí mismo por nuestros pecados, y ofrece gratuitamente a toda alma el perdón compra do con su sangre. “En Jehová hay misericordia. Y abundante redención con él”. Salmo 130:7.

Esta es la base sobre la cual debemos tener compasión para con nuestros prójimos pecadores. “Si Dios así nos ha amado, debemos también nosotros amarnos unos a otros”. “De gracia recibisteis — dice Cristo—, dad de gracia”. Mateo 10:8 (Palabras de vida del gran Maestro, p. 191).

Nosotros mismos debemos todo a la abundante gracia de Dios. La gracia en el pacto ordenó nuestra adopción. La gracia en el Salvador efectuó nuestra redención, nuestra regeneración y nuestra exaltación a ser coherederos con Cristo. Sea revelada esta gracia a otros...

Nada puede justificar un espíritu no perdonador. El que no es misericordioso hacia otros, muestra que él mismo no es participante de la gracia perdonadora de Dios. En el perdón de Dios el corazón del que yerra se acerca al gran Corazón de amor infinito. La corriente de compasión divina fluye al alma del pecador, y de él hacia las almas de los demás. La ternura y la misericordia que Cristo ha revelado en su propia vida preciosa se verán en los que llegan a ser participantes de su gracia. Pero “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de él”: Romanos 8:9. Está alejado de Dios, listo solamente para la separación eterna de él (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 195, 196).

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