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Nuestra Elevada Vocacion


“Yo probé la bondad del Señor”, 15 de noviembre https://ift.tt/3oo8eTS Si empero habéis gustado que el Señor es benigno. 1 Pedro 2:3. ¿Habéis gustado que el Señor es benigno? ¿Anhela vuestro apetito espiritual comunión con el Señor? ¿Podéis descubrir que él es bueno, no teniendo todo lo que deseáis, sino pasando por la escuela de la aflicción? Desde la edad de nueve años estoy aprendiendo en la escuela de la aflicción. En mi temprana infancia no encontraba ninguna cosa deseable fuera de las preciosas palabras de Jesús. Desde que probé la Palabra de Dios en toda su dulzura, nunca he dejado de desear más. Después de ir a Australia fuí afectada por el reumatismo y la malaria. Durante once meses no pude utilizar libremente mis brazos. Después de preguntarme durante una semana qué podía significar eso, terminé por concluir que sería mejor dejar de preguntármelo, y entregarme en las manos del Señor. ... Durante la noche, sólo por poco tiempo podía olvidar el dolor lo suficiente para dormir. Sin embargo, probé la benignidad del Señor. El sentido de su presencia me aislaba del mundo, de modo que parecía que podía hablar cara a cara con él, como lo hizo Moisés. A través de todo el dolor y el sufrimiento sentía que tenía conmigo a un Compañero celestial. ... Cristo dice: “Yo estoy a tu mano derecha para ayudarte. ¿Qué más podríamos desear en nuestra debilidad? ¿Iremos de una a otra persona, llevándole nuestras aflicciones, contándole a los seres humanos las tentaciones que tenemos, y cuán débiles estamos? El Salvador está a nuestra mano derecha, y nos ofrece elevarnos para que podamos “sentarnos en los cielos con Cristo Jesús”. Efesios 2:6. Pero, demasiado a menudo nos alejamos de él y de sus promesas, y le contamos nuestras dificultades a aquellos que, como nosotros, son mortales, y que tienen dificultades que únicamente Cristo puede llevar. ... No sigamos deshonrando a Dios al alejarnos de él volviéndonos a la ineficacia humana. ... Llevad vuestras penurias al Maestro. Decidle: “Aquí estoy, Señor. Tú conoces todo acerca de mí, y tú puedes ayudarme. Seguiré en tus huellas, y haré tu voluntad”. Cuando os encomendáis a Dios, podéis tener la seguridad de que en todo tiempo de aflicción tendréis toda la ayuda que necesitéis.—Manuscrito 91, 1901, pp. 1-4.

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