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Exaltad a Jesús


Cristo murió por nosotros, 7 de agosto https://ift.tt/3PZjObL Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne. 1 Pedro 3:18. La cruz del Calvario nos atrae con poder, ofreciéndonos una razón por la cual deberíamos amar a nuestro Salvador y hacerlo el primero y el último y el mejor en todo. Deberíamos ocupar el lugar que nos corresponde como penitentes humildes al pie de la cruz. Allí, al contemplar la agonía de nuestro Salvador, al Hijo de Dios que muere—el Justo por los injustos—, podemos aprender lecciones de mansedumbre y humildad de mente. Contemplemos a Aquel a cuya sola palabra acudirían legiones de ángeles en su ayuda, transformado en un objeto de diversión y burla, de injurias y odio. El mismo se entrega como un sacrificio por el pecado. Al ser vilipendiado, no amenaza; cuando se lo acusa falsamente, no abre su boca. En la cruz, ora por sus asesinos. Al morir, paga un precio infinito por cada uno de ellos. Soporta sin murmurar el castigo por los pecados del hombre. Y esta víctima que no se queja es el Hijo de Dios. Su trono existe desde la eternidad y su reino no tendrá fin. Vengan, ustedes que buscan la gratificación del placer en goces prohibidos y en prácticas pecaminosas, ustedes que se apartan de Cristo, miren hacia la cruz del Calvario; observen la víctima real que sufre por causa de ustedes; háganse sabios mientras tienen oportunidad y procuren encontrar la fuente de vida y felicidad verdadera. Vengan, ustedes que se quejan y murmuran debido a los pequeños inconvenientes y pruebas que deben afrontar en esta vida, miren a Jesús, el autor y consumador de su fe. El se apartó de su trono real, de su elevada posición de mando y, colocando su divinidad de lado, se vistió con la humanidad. Fue rechazado y despreciado por causa nuestra; se hizo pobre para que nosotros fuésemos enriquecidos por su pobreza. Al observar los sufrimientos de Cristo con los ojos de la fe, ¿pueden ustedes hablar de sus pruebas e infortunios? ¿Pueden alimentar una venganza en su corazón mientras recuerdan la oración procedente de los labios pálidos y temblorosos de Cristo en favor de sus burladores y asesinos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”? Ante nosotros hay una obra que hacer con el fin de subyugar el orgullo y la vanidad que luchan por ocupar una plaza en nuestros corazones y, mediante el arrepentimiento y la fe, colocarnos en una relación familiar y santa con Cristo... Necesitamos negar el yo y luchar continuamente contra el orgullo. Necesitamos esconder el yo en Jesús y dejar que él se revele en nuestro carácter y conversación. Al contemplar constantemente a Aquel a quien traspasaron nuestros pecados y oprimieron nuestras tristezas, recibiremos fuerzas para asemejarnos a él. Nuestras vidas y nuestro comportamiento testificarán acerca de cuánto valoramos a nuestro Redentor y la salvación que obró en nuestro favor a un costo tan infinito. Entonces nuestra paz será como un río al someternos a Jesús en una cautividad voluntaria y feliz.—The Signs of the Times, 17 de marzo de 1887.

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