
Comentarios Elena G.W https://ift.tt/w1fzCtD Nuestras iglesias tienen que hacer una obra de la cual muchos no tienen idea, una obra apenas iniciada. “Porque tuve hambre” dice Cristo “y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí”. Mateo 25:35, 36. Algunos piensan que todo lo que se espera de ellos es que den dinero para esta obra; pero están en un error… [S]e requiere de todos un servicio personal de acuerdo a sus fuerzas y oportunidades. La obra de atender a los menesterosos, los oprimidos, los dolientes, los indigentes, es la obra que cada iglesia que cree la verdad para este tiempo debiera haber estado haciendo desde hace mucho. Debemos manifestar la tierna simpatía del samaritano y suplir las necesidades físicas, alimentar a los hambrientos, traer a los pobres sin hogar a nuestras casas, pedir a Dios cada día la gracia y la fuerza que nos habiliten para llegar a las mismas profundidades de la miseria humana y ayudar a quienes no pueden ayudarse. Cuando hacemos esta obra, encontramos el momento oportuno para presentar a Cristo crucificado (Testimonios para la iglesia, t. 6, pp. 278, 279). Dios nos ha dado la orden especial de considerar al extranjero, al perdido, y a las pobres almas débiles en poder moral. Muchos que parecen enteramente indiferentes a las cosas religiosas anhelan de corazón descanso y paz. Aunque hayan caído en las mismas profundidades del pecado, hay posibilidades de salvarlos. Los siervos de Cristo han de seguir su ejemplo. Cuando él iba de lugar en lugar, confortaba a los dolientes y sanaba a los enfermos. Luego les exponía las grandes verdades referentes a su reino. Esta es la obra de sus seguidores. Mientras aliviéis los sufrimientos del cuerpo, hallaréis maneras de ministrar a las necesidades del alma. Podéis señalar al Salvador levantado en alto, y hablarles del amor del gran Médico, que es el único que tiene poder para restaurar (Palabras de vida del gran Maestro, p. 185). Cristo, por nuestra causa se hizo pobre, para que nosotros, mediante su pobreza fuésemos enriquecidos. Hizo un sacrificio a fin de poder proveer hogares a los peregrinos y extranjeros que en este mundo buscan una patria mejor, es a saber, la celestial. ¿Será posible que los que han sido objetos de su gracia, que esperan ser herederos de la inmortalidad, rehúsen e incluso manifiesten mala voluntad cuando se les propone que compartan sus hogares con los necesitados? ¿Será posible que nosotros, que somos discípulos de Jesús, rehusemos permitir que los extraños traspongan nuestras puertas porque los tales no conocen a los que moran en nuestros hogares?… Cada día sufro por la exhibición de egoísmo que se nota entre nuestro pueblo. Hay una alarmante ausencia de amor y atención por los que la merecen… Los ángeles están esperando para ver si vamos a aprovechar las oportunidades que están a nuestro alcance a fin de hacer el bien; están esperando para ver si vamos a bendecir a los demás (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 26, 27).
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