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A Fin de Conocerle


Cristo, nuestra paz y justicia, 13 de abril https://ift.tt/zFb3SnW A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Hechos 5:31. Aquel que tiene el manto inmaculado de justicia, tejido en el telar del cielo, en el cual no hay una hebra que pueda reclamar la humanidad pecaminosa, está a la diestra de Dios para revestir a sus hijos creyentes con el perfecto manto de su justicia. Los que estén salvados en el reino de Dios, no tendrán en sí mismos nada de qué jactarse; la alabanza y la gloria se dirigirán a Dios, el Dador de la salvación... La obra del pecador no es hacer paz con Dios sino aceptar a Cristo como a su paz y justicia. Así el hombre se convierte en uno con Cristo y con Dios. No hay otra forma en la cual el corazón pueda ser santificado, a no ser por la fe en Cristo. Sin embargo, algunos piensan que el arrepentimiento es una especie de preparación que los hombres deben originar por sí mismos a fin de que Cristo sea mediador en favor de ellos. Es cierto que debe haber arrepentimiento antes de que haya perdón; pero el pecador debe ir a Cristo antes de que pueda haber arrepentimiento. La virtud de Cristo es la que fortalece y da luz al alma, de modo que el arrepentimiento pueda ser pío y aceptable... El arrepentimiento es tan ciertamente un don de Jesucristo como lo es el perdón de los pecados. No se puede experimentar el arrepentimiento sin Cristo; pues el arrepentimiento del cual él es el Autor es la base sobre la cual podemos pedir nuestro perdón. Mediante la obra del Espíritu Santo, los hombres son inducidos al arrepentimiento. De Cristo proviene la gracia de la contrición, tanto como el don del perdón, y el arrepentimiento así como el perdón de los pecados se consiguen solo mediante la sangre expiatoria de Cristo. Aquellos a quienes Dios perdona, primero hace que se arrepientan.—The Youth’s Instructor, 6 de diciembre de 1894.

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