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Conflicto y Valor


Conflicto y Valor
Un mensaje directo, 23 de septiembre Lucas 1:80; Mateo 3:1-6. https://ift.tt/DUbHCAp Prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel. Amós 4:12, úp. Juan el Bautista, en su vida en el desierto, fue enseñado de Dios. El estudiaba las revelaciones de Dios en la naturaleza. Bajo la dirección del espíritu divino, estudiaba los rollos de los profetas. De día y de noche, Cristo era su estudio, su meditación, hasta que su mente, su corazón y su alma quedaron llenos de la gloriosa visión. El miraba al Rey en su hermosura, y perdía de vista al yo. Contemplaba la majestad de la santidad, y se reconocía ineficiente e indigno. Debía declarar el mensaje de Dios. Había de subsistir en el poder y justicia de Dios. Estaba listo para ir como mensajero del cielo, sin temor de lo humano, porque había considerado lo divino... Sin argumentos elaborados ni sutiles teorías, declaró Juan su mensaje. Sorprendente y severa, aunque llena de esperanza, se oía su voz en el desierto: “Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado”... Ignorantes campesinos y pescadores de la comarca circundante; soldados romanos de los cuarteles de Herodes; capitanes con la espada al costado, listos para apagar cuanto supiese a rebelión: avarientos cobradores de impuestos venidos desde sus casillas de peaje; y sacerdotes del Sanedrín adornados con filacterias—todos escuchaban como hechizados—: y todos... se iban... el corazón compenetrado del sentimiento de sus pecados... En este tiempo, justamente antes de la segunda venida de Cristo en las nubes de los cielos, se ha de hacer una obra como la de Juan el Bautista. Dios llama a hombres que preparen un pueblo para que subsista en el gran día del Señor... En nuestro carácter de pueblo que cree en la inminente venida de Cristo, tenemos un mensaje que dar: “Aparéjate para venir al encuentro de tu Dios”. Nuestro mensaje debe ser tan directo como el de Juan. El reprendía a los reyes por su iniquidad. Aun con peligro de su vida, no vacilaba en declarar la palabra de Dios. Y nuestra obra en este tiempo debe hacerse con la misma fidelidad. A fin de dar un mensaje como el que dio Juan, debemos tener una experiencia espiritual como la suya. Debe hacerse la misma obra en nosotros. Debemos contemplar a Dios, y al contemplarlo, perdernos a nosotros mismos de vista. Obreros Evangélicos, 55-57.
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