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El Cristo Triunfante


La indulgencia de la codicia y la concupiscencia llevan a la ruina, 14 de septiembre “De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar”. Juan 13:21. https://ift.tt/2VC1Nm8 Los discípulos habían examinado mutuamente sus rostros al preguntar: “¿Soy yo, Señor?” Y ahora el silencio de Judas atraía todas las miradas hacia él. En medio de la confusión de preguntas y expresiones de asombro, Judas no había oído las palabras de Jesús en respuesta a la pregunta de Juan. Pero ahora, para escapar al escrutinio de los discípulos, preguntó como ellos: “¿Soy yo. Maestro?” Jesús replicó solemnemente: “Tú lo has dicho”. Aún en esa circunstancia, Judas pudo haber reconocido su culpa; aún podía romper el hechizo. Cristo estaba a su lado dispuesto a ayudarlo. Pero su orgullo y la tentación del enemigo resultaron tan fuertes que no pudo escapar a esa trampa. En vez de arrojarse a los pies del misericordioso y compasivo Salvador, se afianzó en su resistencia... La historia de Judas presenta el triste fin de una vida que pudo haber sido honrada por Dios... Judas había solicitado un lugar en el círculo íntimo de los discípulos. Con gran fervor y aparente sinceridad, declaró: “Maestro, te seguiré a dondequiera que fueres”... Los discípulos anhelaban que Judas llegara a ser uno de ellos. Parecía un hombre respetable, de agudo discernimiento y habilidad administrativa, y lo recomendaron a Jesús como un hombre que le ayudaría mucho en su obra. El semblante de Judas no era repulsivo. Era vivaz e inteligente, aunque carecía de la ternura y la compasión que se ven en una persona que verdaderamente se ha convertido... Al ministrar a otros, Judas pudo haber desarrollado un espíritu abnegado. Y aunque escuchó diariamente las lecciones que Cristo impartía y fue testigo de su vida consagrada, abrigó una disposición a la codicia... Cristo leyó su corazón y en su enseñanza se detuvo en los principios de la benevolencia que golpean en las mismas raíces de la codicia. Expuso ante Judas el horroroso carácter de la codicia y, muchas veces, el discípulo comprendió que se había descrito su carácter y señalado su pecado. Pero, no lo confesó, ni abandonó su injusticia. Judas era autosuficiente y en vez de resistir la tentación continuó con sus prácticas fraudulentas... Aunque Jesús conocía a Judas desde el principio, le lavó los pies. Y el traidor tuvo ocasión de unirse con Cristo en la participación del sacramento... A él le ofreció el pan de vida y el agua de la salvación. A él le fueron impartidas las lecciones que el Salvador ofreció. Sin embargo, Judas rechazó su beneficio.—Manuscrito 106, 1903.

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