Wednesday, May 14 Dios entre su pueblo https://ift.tt/FzGq3yS Comentarios Elena G.W Dios dio a Israel un conocimiento claro y definido de su voluntad mediante preceptos especiales, que mostraban el deber del hombre para con Dios y para con sus semejantes. Se definió claramente el culto que se debía a Dios. Se estableció un sistema especial de ritos y ceremonias que asegurarían el recuerdo de Dios entre su pueblo y servirían así de cerco para proteger los Diez Mandamientos de toda violación… El pueblo de Dios, a quien él llama su tesoro peculiar, tuvo el privilegio de tener un sistema doble de ley: la moral y la ceremonial. La una, que señala hacia atrás a la creación, para que se mantenga el recuerdo del Dios viviente que hizo el mundo, cuyas demandas tienen vigencia sobre todos los hombres en cada dispensación, y que existirá a través de todo el tiempo y la eternidad; la otra dada debido a que el hombre transgredió la ley moral, y cuya obediencia consistía en sacrificios y ofrendas que señalaban la redención futura. Cada una es clara y diferente de la otra. La ley moral fue desde la creación una parte esencial del plan divino de Dios, y era tan inmutable como él mismo. La ley ceremonial debía responder a un propósito particular en el plan de Cristo para la salvación de la raza humana. El sistema simbólico de sacrificios y ofrendas fue establecido para que mediante esas ceremonias el pecador pudiera discernir la gran ofrenda: Cristo (The Review and Herald, 6 de mayo, 1875, “The Law of God”, párr. 3, 4; parcialmente en Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, pp. 1094, 1095). El don de Cristo es la mayor garantía posible de ayuda en todos nuestros problemas y de victoria en todos nuestros conflictos. En Cristo está la fortaleza de su pueblo; porque a él le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Recordemos, como pueblo que ha tenido gran luz, que Cristo se sienta en medio de su pueblo como refinador y purificador de la plata. Él está continuamente purificando los corazones de aquellos que se comprometen en su servicio como obreros junto con Dios. Él obrará a través de cada alma. Él está continuamente purificando los corazones de aquellos que están dispuestos a ser purificados, separando lo puro de lo impuro (Carta 195, 1899, párr. 12). Se necesitó alrededor de medio año para construir el tabernáculo. Cuando se terminó, Moisés examinó toda la obra de los constructores, comparándola con el modelo que se le enseñó en el monte y con las instrucciones que había recibido de Dios. “Y vio Moisés toda la obra, y he aquí que la habían hecho como Jehová había mandado; y bendíjolos”. Éxodo 39:43. Con anhelante interés las multitudes de Israel se agolparon para ver el sagrado edificio. Mientras contemplaban la escena con reverente satisfacción, la columna de nube descendió sobre el Santuario, y lo envolvió. “Y la gloria de Jehová hinchió el tabernáculo”. Éxodo 40:34. Hubo una revelación de la majestad divina, y por un momento ni siquiera Moisés pudo entrar. Con profunda emoción, el pueblo vio la señal de que la obra de sus manos era aceptada. No hubo demostraciones de regocijo en alta voz. Una solemne reverencia se apoderó de todos. Pero la alegría de sus corazones se manifestó en lágrimas de felicidad, y susurraron fervientes palabras de gratitud porque Dios había condescendido a morar con ellos (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 361, 362).
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