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Comentarios Elena G.W https://ift.tt/5ox0vgJ Cuando [Jacob] se dio cuenta de que lo habían engañado, y que Lea había desempeñado su parte en la estafa, no la pudo amar. Su tío quería conservar los fieles servicios de Jacob por un tiempo más prolongado, y por eso lo engañó dándole a Lea en lugar de Raquel. Jacob reprendió a Labán por tratar con tanta liviandad sus afectos al darle a Lea, a quien no amaba. El padre rogó a Jacob que no la repudiara, pues en ese tiempo esto se consideraba una tremenda desgracia, no solo para la esposa sino para toda la familia. Jacob se vio en una situación muy difícil, pero decidió finalmente conservar a Lea y casarse también con su hermana. Aquélla recibió mucho menos amor que Raquel (La historia de la redención, pp. 91, 92). La inspiración registra fielmente las faltas de los hombres buenos que fueron distinguidos por el favor de Dios; en realidad, sus defectos resaltaban más que sus virtudes. Muchos se han preguntado el porqué de esto, y ha sido motivo de que el infiel se burle de la Biblia. Pero una de las evidencias más poderosas de la veracidad de la Escritura consiste en que ella no hermosea las acciones de sus personajes principales ni tampoco oculta sus pecados. Las mentes de los hombres están tan sujetas a prejuicios que no es posible que la historia humana sea absolutamente imparcial. Si la Biblia hubiera sido escrita por personas no inspiradas, habría presentado indudablemente el carácter de sus hombres distinguidos bajo un aspecto más favorable. Pero tal como es, nos proporciona un relato correcto de sus vidas. Los hombres a quienes Dios favoreció, y a quienes confió grandes responsabilidades, fueron a veces vencidos por la tentación y cometieron pecados, tal como nosotros hoy luchamos, vacilamos y frecuentemente caemos en el error. Sus vidas, con todos sus defectos y extravíos, están ante nosotros, para que nos sirvan de aliento y amonestación. Si se los hubiera presentado como personas intachables, nosotros, con nuestra naturaleza pecaminosa, podríamos desesperar por nuestros errores y fracasos. Pero viendo cómo lucharon otros con desalientos como los nuestros, cómo cayeron en la tentación como nos ha ocurrido a nosotros, y cómo, sin embargo, se reanimaron y llegaron a triunfar mediante la gracia de Dios, nos sentimos alentados en nuestra lucha por la justicia. Así como ellos, aunque vencidos algunas veces, recuperaron lo perdido y fueron bendecidos por Dios, también nosotros podemos ser vencedores mediante el poder de Jesús. Por otro lado, la narración de sus vidas puede servirnos de amonestación. Muestra que de ninguna manera justifica Dios al culpable. Ve el pecado que haya en aquellos a quienes más favoreció, y lo castiga en ellos aun más severamente que en los que tienen menos luz y responsabilidad (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 242, 243). Dependemos totalmente de Dios, y nuestra fe se fortalece por creer todavía, aunque no podamos ver el propósito de Dios en su trato con nosotros, o las consecuencias de ese trato. La fe señala hacia adelante y hacia arriba a las cosas venideras, aferrándose del único poder que puede hacernos completos en Dios. “¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz: sí, haga paz conmigo”, dice el Señor (La temperancia, p. 173).

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