Reflejemos a Jesús


El mundo necesita una revelación de Cristo, 5 de agosto https://ift.tt/76PlOCt Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo. Filipenses 2:15. Vivimos en medio de una “epidemia de crímenes”, frente a la cual, en todas partes, los hombres pensadores y temerosos de Dios se sienten horrorizados. Es indescriptible la corrupción prevaleciente. Cada día nos trae nuevas revelaciones de luchas políticas, cohechos y fraudes. Cada día trae su porción de aflicciones para el corazón en lo que se refiere a violencias, anarquía, indiferencia para con los padecimientos humanos, brutalidades y muertes alevosas. Cada día confirma el aumento de la locura, los asesinatos y los suicidios. ¿Quién puede dudar de que los agentes de Satanás están obrando entre los hombres con creciente actividad, para perturbar y corromper la mente, manchar y destruir el cuerpo? Y mientras que abundan estos males en el mundo, es demasiado frecuente que el Evangelio se predique con tanta indiferencia que no hace sino una débil impresión en la conciencia o la conducta de los hombres. En todas partes hay corazones que claman por algo que no poseen. Suspiran por una fuerza que les dé dominio sobre el pecado, una fuerza que los libre de la esclavitud del mal, una fuerza que les dé salud, vida y paz. Muchos que en otro tiempo conocieron el poder de la Palabra de Dios, han vivido en lugares donde no se reconoce a Dios y ansían la presencia divina. El mundo necesita hoy lo que necesitaba mil novecientos años atrás, esto es, una revelación de Cristo. Se requiere una gran obra de reforma y sólo mediante la gracia de Cristo podrá realizarse esa obra de restauración física, mental y espiritual.—El Ministerio de Curación, 101, 102. A todo aquel que llega a ser partícipe de su gracia, el Señor le señala una obra que hacer en favor de los demás. Cada cual ha de ocupar su puesto, diciendo: “Heme aquí, envíame a mí”. Isaías 6:8. Al ministro de la Palabra, al enfermero misionero, al médico creyente, al simple cristiano, sea negociante o agricultor, profesional o mecánico, a todos incumbe la responsabilidad. Es tarea nuestra revelar a los hombres el Evangelio de su salvación. Toda empresa en que nos empeñemos debe servirnos de medio para dicho fin... Cultiven todos sus facultades físicas y mentales en cuanto les sea posible, para trabajar por Dios doquiera su providencia los llame. La misma gracia que de Cristo descendió sobre Pablo y Apolos, y que los hizo notables por sus cualidades espirituales será comunicada hoy a los misioneros cristianos abnegados. Dios quiere que sus hijos tengan inteligencia y conocimiento, para que con inequívoca claridad y gran poder se manifieste su gloria en nuestro mundo.—El Ministerio de Curación, 106-108.

Hijos e Hijas de Dios


Redimidos por su sangre, 5 de agosto https://ift.tt/pk9v7ba Sabiendo que fuisteis rescatados... no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. 1 Pedro 1:18, 19. Toda alma es de valor, porque ha sido comprada con la sangre preciosa de Jesucristo.—Testimonies for the Church 5:624. Quizá Satanás susurre: “Eres demasiado pecador para que Cristo te salve”. Al par de reconocer que sois ciertamente pecadores e indignos podéis hacer frente al tentador exclamando: “Por la virtud de la expiación reclamo a Cristo como mi Salvador. No confío en mis propios méritos, sino en la preciosa sangre de Jesús, que me limpia”.—Mensajes para los Jóvenes, 110. Debemos tener libre acceso a la sangre expiatoria de Cristo. Debiéramos considerar esto el privilegio más precioso, la mayor bendición jamás concedida al hombre pecador. ¡Y cuán poco uso se hace de este gran don! ¡Cuán profunda, cuán amplia y continua es esta corriente! Hay reposo para toda alma sedienta de santidad, hay descanso, ahí está la influencia vivificadora del Espíritu Santo, y además el caminar santa, feliz y pacíficamente en preciosa comunión con Cristo. Entonces, ¡oh, entonces podemos decir con pleno conocimiento de causa, con Juan: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”! Hablad de esto; orad en cuanto a esto. Que éste sea el tema del himno sagrado: ser lavados, ser purificados. El alma creyente reclama este amor, y en base a sus virtudes comparece ante el trono de Dios perdonado, justificado y santificado... Sus virtudes purificadoras le prestan fortaleza y vigor a la fe, poder a la oración, y felicidad a la alegre obediencia.—Carta 87, 1894.

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Satanás les ofrece a los hombres los reinos del mundo si ellos le ceden la supremacía. Muchos hacen esto y sacrifican el cielo. Es mejor morir que pecar; es mejor padecer necesidad que defraudar; es mejor pasar hambre que mentir.—Testimonies for the Church 4:495 (1880). {EUD 121.4}
Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que muchos suponen. Cuando Dios promete que “será amplio en perdonar”, añade, como si el alcance de esa promesa fuera más de lo que pudiéramos entender: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.19 El perdón de Dios no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es sólo el perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor que transforma el corazón. David tenía el verdadero concepto del perdón cuando oró “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. También dijo: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.20 {DMJ 97.2}
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“No cerrará el tiempo de gracia hasta que el mensaje haya sido proclamado con más claridad. La ley de Dios ha de ser magnificada [...] El mensaje de la justicia de Cristo ha de resonar de un extremo de la tierra hasta el otro para preparar el camino del Señor. Esta es la gloria de Dios que terminará la obra del tercer ángel”. Joyas de los Testimonios (JT), vol. 2, (Bs. As.: ACES, 1956), pp. 373,374