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Verdaderos soldados de Cristo, 4 de agosto Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Santiago 1:22. https://ift.tt/zSYmDij Aquellos que tienen la Palabra de Dios por poseer Biblias, no tienen la menor excusa para ser negligentes en practicarla obedientemente y, de acuerdo con sus condiciones personales de carácter, esforzarse, rogando a Dios que hasta el final puedan comprender su Palabra, con el propósito de ponerla en práctica y alcanzar la más noble norma de carácter. A fin de ser genuinos soldados de Jesucristo debemos satisfacer las demandas de su Palabra como súbditos leales del Reino... Quienes declaran creer la verdad deben ser conscientes del gran conflicto que está ante nosotros y lo que significa ser un fiel soldado de Jesucristo... El ejército del Salvador invita a un alistamiento voluntario. Debe haber una entrega completa de las pasiones, la voluntad y los caminos a la voluntad del Maestro. Nuestra tarea consiste en obedecer las órdenes del poderoso General. Debemos tener una estructura física fuerte y activa. Los sentidos deben ser iluminados para que la obediencia sea perfecta; deben cumplirse tareas que no siempre pueden parecer fundamentales; pero surge la necesidad de la fe en una sabiduría y poder más elevados que los de ustedes mismos. Tengan fe en Dios, una fe inquebrantable en la destreza, capacidad y fidelidad de su Comandante que conoce el plan de la batalla. El Señor Jesús no engaña a sus soldados. Despliega ante ellos el conflicto, el plan de batalla y lo peligroso de la empresa, y exhorta a cada uno a estimar el costo. No los deja en la ignorancia. Dice a cada uno antes del reclutamiento que considere los riesgos que correrá como soldado en su ejército, puesto que su vida será de servicio. Cada hombre en servicio recibe su tarea y no puede aceptarse excusa alguna por no cumplirla. Algunos son negligentes e indolentes como el hombre que recibió un talento para usarlo e incrementarlo, pero lo enterró en tierra. Cuando se le pidió que entregara el talento a Dios, el dueño, sólo poseía el único talento que no había usado. Nadie se benefició con el don que se le había confiado. Lo menos que podía haber hecho era usarlo en la medida de sus posibilidades, pero lo devolvió con una queja contra Dios: “Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo”. Mateo 25:24, 25. El Señor repitió sus palabras: “Sabías”. La realidad era que él no conocía a Dios y sus obras, sus caminos, su misericordia y su bondad al darle la oportunidad de aumentar el don que le había sido encomendado. La sentencia fue: “Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado... y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado”. Vers. 28, 29.—Manuscrito 98, del 4 de agosto de 1900, “Verdaderos soldados de Cristo”.

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Verdaderos soldados de Cristo, 4 de agosto Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Santiago 1:22. https://ift.tt/zSYmDij Aquellos que tienen la Palabra de Dios por poseer Biblias, no tienen la menor excusa para ser negligentes en practicarla obedientemente y, de acuerdo con sus condiciones personales de carácter, esforzarse, rogando a Dios que hasta el final puedan comprender su Palabra, con el propósito de ponerla en práctica y alcanzar la más noble norma de carácter. A fin de ser genuinos soldados de Jesucristo debemos satisfacer las demandas de su Palabra como súbditos leales del Reino... Quienes declaran creer la verdad deben ser conscientes del gran conflicto que está ante nosotros y lo que significa ser un fiel soldado de Jesucristo... El ejército del Salvador invita a un alistamiento voluntario. Debe haber una entrega completa de las pasiones, la voluntad y los caminos a la voluntad del Maestro. Nuestra tarea consiste en obedecer las órdenes del poderoso General. Debemos tener una estructura física fuerte y activa. Los sentidos deben ser iluminados para que la obediencia sea perfecta; deben cumplirse tareas que no siempre pueden parecer fundamentales; pero surge la necesidad de la fe en una sabiduría y poder más elevados que los de ustedes mismos. Tengan fe en Dios, una fe inquebrantable en la destreza, capacidad y fidelidad de su Comandante que conoce el plan de la batalla. El Señor Jesús no engaña a sus soldados. Despliega ante ellos el conflicto, el plan de batalla y lo peligroso de la empresa, y exhorta a cada uno a estimar el costo. No los deja en la ignorancia. Dice a cada uno antes del reclutamiento que considere los riesgos que correrá como soldado en su ejército, puesto que su vida será de servicio. Cada hombre en servicio recibe su tarea y no puede aceptarse excusa alguna por no cumplirla. Algunos son negligentes e indolentes como el hombre que recibió un talento para usarlo e incrementarlo, pero lo enterró en tierra. Cuando se le pidió que entregara el talento a Dios, el dueño, sólo poseía el único talento que no había usado. Nadie se benefició con el don que se le había confiado. Lo menos que podía haber hecho era usarlo en la medida de sus posibilidades, pero lo devolvió con una queja contra Dios: “Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo”. Mateo 25:24, 25. El Señor repitió sus palabras: “Sabías”. La realidad era que él no conocía a Dios y sus obras, sus caminos, su misericordia y su bondad al darle la oportunidad de aumentar el don que le había sido encomendado. La sentencia fue: “Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado... y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado”. Vers. 28, 29.—Manuscrito 98, del 4 de agosto de 1900, “Verdaderos soldados de Cristo”.
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A Fin de Conocerle


Cuidado con las trampas de Satanás, 4 de agosto Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición. 1 Timoteo 6:9. https://ift.tt/RQuGlfh Satanás tiene redes y trampas, como las trampas del cazador, bien preparadas para atrapar a las almas. Su propósito definido consiste en que los hombres utilicen las facultades que Dios les ha dado para conseguir fines egoístas antes que para glorificar a Dios. Dios quiere que los hombres tengan trabajos que les proporcionen paz y gozo y les produzcan beneficios eternos; pero Satanás quiere que concentremos nuestros esfuerzos en lo que no aprovecha, en cosas que perecen con el uso. El corazón del hombre puede constituir la morada del Espíritu Santo. La paz de Cristo que sobrepasa toda comprensión puede anidar en vuestra alma, y el poder transformador de su gracia puede obrar en vuestra vida, y prepararos para las cortes de gloria. Pero si empleáis el cerebro, los nervios y los músculos en el servicio del yo, no estáis haciendo de Dios y el cielo la primera consideración de vuestra vida. Es imposible que entretejáis las gracias de Cristo en vuestro carácter mientras ponéis todas vuestras energías del lado del mundo. Podéis tener éxito en acumular tesoros en el mundo, para gloria del yo, pero “donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Mateo 6:21. La consideración de las cosas eternas ocupará un lugar secundario. Podéis participar de las formas externas del culto, pero vuestro servicio será una abominación para el Dios del cielo. Si los ojos están santificados y se dirigen al cielo, la luz del cielo llenará el alma, y las cosas terrenales parecerán insignificantes y sin atractivo. Cambiarán los motivos del corazón y se atenderán las amonestaciones de Jesús. Pondréis vuestro tesoro en el cielo. Vuestros pensamientos se fijarán en las grandes recompensas eternas.—The Review and Herald, 24 de enero de 1888.

¡Maranata: El Senor Viene!


Cristo, nuestro auxiliador y redentor, 4 de agosto Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, muchos serán constituidos justos. Romanos 5:19. https://ift.tt/dI6ha3K Adán y Eva fueron colocados en el Edén en circunstancias extremadamente favorables... Estaban sin la condenación del pecado. La luz de Dios y de los ángeles estaba con ellos y los rodeaba. El Autor de su existencia era su maestro. Pero cayeron bajo el poder y las tentaciones del artero enemigo. Durante cuatro mil años Satanás estuvo obrando contra el gobierno de Dios y obtuvo fortaleza y experiencia gracias a su constante actividad en este sentido. Los hombres caídos no tenían las ventajas de Adán en el Edén. Habían estado separados de Dios durante cuatro mil años. La sabiduría para comprender y el poder para resistir las tentaciones de Satanás habían disminuido más y más, al punto que éste parecía reinar triunfante sobre la tierra. El apetito y la pasión, el amor del mundo y pecados temerarios eran las grandes ramas del mal, de las cuales crecían toda suerte de crímenes, violencias y corrupción.5Mensajes Selectos 1:328, 329. Puesto que el hombre caído no podía vencer a Satanás con su fortaleza humana, vino Cristo de las reales cortes del cielo para ayudarlo con su fortaleza humana y divina combinadas. Cristo sabía que Adán en el Edén, con sus excelentes ventajas, podía haber resistido la tentación de Satanás y podía haber vencido. Sabía también que no era posible que el hombre, fuera del Edén, separado de la luz y del amor de Dios, desde la caída, resistiera con su propia fuerza las tentaciones de Satanás. A fin de proporcionar esperanza al hombre y salvarlo de su completa ruina, se humilló a sí mismo al tomar la naturaleza humana, para que, con su poder divino combinado con el humano, pudiera alcanzar al hombre donde éste está. Obtuvo para los caídos hijos e hijas de Adán aquella fortaleza que es imposible que logren por sí mismos, para que en el nombre de Cristo puedan vencer las tentaciones de Satanás.6Mensajes Selectos 1:327. Nuestra vida puede parecer enredada, pero al confiarnos al... Maestro, él desentrañará el modelo de vida y carácter que sea para su propia gloria. Y ese carácter que expresa la gloria—o carácter—de Cristo, será recibido en el Paraíso de Dios.7El Deseado de Todas las Gentes, 298, 299. Todo el que cumpla por fe los mandamientos de Dios, alcanzará el estado de impecabilidad en que vivía Adán antes de la caída.8The Signs of the Times, 21-7-1902.

Sabbath School


Sunday, August 04 Tradiciones humanas versus mandamientos de Dios Comentarios Elena G.W para las Lecciones de Escuela Sabática https://ift.tt/upxfWSP @seguidores @destacar Entre las observancias que con más rigor se imponían, estaba la de la purificación ceremonial. El descuido de las formas que debían observarse antes de comer, era considerado como pecado aborrecible que debía ser castigado tanto en este mundo como en el venidero; y se tenía por virtud el destruir al transgresor. Las reglas acerca de la purificación eran innumerables. Y la vida entera no habría bastado para aprenderlas todas. La vida de los que trataban de observar los requerimientos rabínicos era una larga lucha contra la contaminación ceremonial, un sin fin de lavacros y purificaciones. Mientras la gente estaba ocupada en distinciones triviales, en observar lo que Dios no había pedido, su atención era desviada de los grandes principios de la ley. Cristo y sus discípulos no observaban estos lavamientos ceremoniales y los espías hicieron de esta negligencia la base de su acusación. No hicieron, sin embargo, un ataque directo contra Cristo, sino que vinieron a él con una crítica referente a sus discípulos. En presencia de la muchedumbre, dijeron: “¿Por qué tus discípulos traspasan la tradición de los ancianos? porque no se lavan las manos cuando comen pan” (El Deseado de todas las gentes, pp. 360, 361). [E]l celo por Dios que aparentaban los sacerdotes y rabinos era un simulacro que cubría su deseo de ensalzamiento propio. El pueblo era engañado por ellos. Llevaba pesadas cargas que Dios no le había impuesto. Aun los discípulos de Cristo no estaban completamente libres del yugo de los prejuicios heredados y la autoridad rabínica. Ahora, revelando el verdadero espíritu de los rabinos, Jesús trató de libertar de la servidumbre de la tradición a todos los que deseaban realmente servir a Dios. “Hipócritas —dijo, dirigiéndose a los astutos espías—, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón lejos está de mí. Mas en vano me honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres”. Las palabras de Cristo eran una requisitoria contra el farisaísmo. Él declaró que al poner sus requerimientos por encima de los principios divinos, los rabinos se ensalzaban más que a Dios. Los diputados de Jerusalén se quedaron llenos de ira. No pudieron acusar a Cristo como violador de la ley dada en el Sinaí, porque hablaba como quien la defendía contra sus tradiciones. Los grandes preceptos de la ley, que él había presentado, se destacaban en sorprendente contraste frente a las mezquinas reglas que los hombres habían ideado (El Deseado de todas las gentes, pp. 362, 363). Todos aquellos que aceptan la autoridad humana, las costumbres de la iglesia, o las tradiciones de los padres, presten atención a la amonestación que encierran las palabras de Cristo: “En vano me honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres” (El Deseado de todas las gentes, p. 364).

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Sunday, August 04 Tradiciones humanas versus mandamientos de Dios Comentarios Elena G.W para las Lecciones de Escuela Sabática https://ift.tt/upxfWSP @seguidores @destacar Entre las observancias que con más rigor se imponían, estaba la de la purificación ceremonial. El descuido de las formas que debían observarse antes de comer, era considerado como pecado aborrecible que debía ser castigado tanto en este mundo como en el venidero; y se tenía por virtud el destruir al transgresor. Las reglas acerca de la purificación eran innumerables. Y la vida entera no habría bastado para aprenderlas todas. La vida de los que trataban de observar los requerimientos rabínicos era una larga lucha contra la contaminación ceremonial, un sin fin de lavacros y purificaciones. Mientras la gente estaba ocupada en distinciones triviales, en observar lo que Dios no había pedido, su atención era desviada de los grandes principios de la ley. Cristo y sus discípulos no observaban estos lavamientos ceremoniales y los espías hicieron de esta negligencia la base de su acusación. No hicieron, sin embargo, un ataque directo contra Cristo, sino que vinieron a él con una crítica referente a sus discípulos. En presencia de la muchedumbre, dijeron: “¿Por qué tus discípulos traspasan la tradición de los ancianos? porque no se lavan las manos cuando comen pan” (El Deseado de todas las gentes, pp. 360, 361). [E]l celo por Dios que aparentaban los sacerdotes y rabinos era un simulacro que cubría su deseo de ensalzamiento propio. El pueblo era engañado por ellos. Llevaba pesadas cargas que Dios no le había impuesto. Aun los discípulos de Cristo no estaban completamente libres del yugo de los prejuicios heredados y la autoridad rabínica. Ahora, revelando el verdadero espíritu de los rabinos, Jesús trató de libertar de la servidumbre de la tradición a todos los que deseaban realmente servir a Dios. “Hipócritas —dijo, dirigiéndose a los astutos espías—, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón lejos está de mí. Mas en vano me honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres”. Las palabras de Cristo eran una requisitoria contra el farisaísmo. Él declaró que al poner sus requerimientos por encima de los principios divinos, los rabinos se ensalzaban más que a Dios. Los diputados de Jerusalén se quedaron llenos de ira. No pudieron acusar a Cristo como violador de la ley dada en el Sinaí, porque hablaba como quien la defendía contra sus tradiciones. Los grandes preceptos de la ley, que él había presentado, se destacaban en sorprendente contraste frente a las mezquinas reglas que los hombres habían ideado (El Deseado de todas las gentes, pp. 362, 363). Todos aquellos que aceptan la autoridad humana, las costumbres de la iglesia, o las tradiciones de los padres, presten atención a la amonestación que encierran las palabras de Cristo: “En vano me honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres” (El Deseado de todas las gentes, p. 364).
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¡Maranata: El Senor Viene!

Nuestro estudio en los siglos futuros, 23 de diciembre Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bonda...

Satanás les ofrece a los hombres los reinos del mundo si ellos le ceden la supremacía. Muchos hacen esto y sacrifican el cielo. Es mejor morir que pecar; es mejor padecer necesidad que defraudar; es mejor pasar hambre que mentir.—Testimonies for the Church 4:495 (1880). {EUD 121.4}
Pero el perdón tiene un significado más abarcante del que muchos suponen. Cuando Dios promete que “será amplio en perdonar”, añade, como si el alcance de esa promesa fuera más de lo que pudiéramos entender: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.19 El perdón de Dios no es solamente un acto judicial por el cual libra de la condenación. No es sólo el perdón por el pecado. Es también una redención del pecado. Es la efusión del amor redentor que transforma el corazón. David tenía el verdadero concepto del perdón cuando oró “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”. También dijo: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.20 {DMJ 97.2}
https://egwwritings.org/?ref=es_DMJ.97.2&para=175.533


“No cerrará el tiempo de gracia hasta que el mensaje haya sido proclamado con más claridad. La ley de Dios ha de ser magnificada [...] El mensaje de la justicia de Cristo ha de resonar de un extremo de la tierra hasta el otro para preparar el camino del Señor. Esta es la gloria de Dios que terminará la obra del tercer ángel”. Joyas de los Testimonios (JT), vol. 2, (Bs. As.: ACES, 1956), pp. 373,374