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Reflejemos a Jesús


La obediencia, fruto de la fe, 17 de septiembre https://ift.tt/FurXRNd Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Éxodo 19:5. La obediencia, es decir, el servicio y la lealtad de amor, es la verdadera prueba del discipulado. Siendo así, la Escritura dice: “Este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos”. “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” 1 Juan 5:3; 2:4. En vez de que la fe exima al hombre de la obediencia, es la fe, y sólo ella, la que lo hace participante de la gracia de Cristo y lo capacita para obedecerlo. No ganamos la salvación con nuestra obediencia; porque la salvación es el don gratuito de Dios, que se recibe por la fe. Pero la obediencia es el fruto de la fe. “Sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido”. 1 Juan 3:5, 6. He aquí la verdadera prueba. Si moramos en Cristo, si el amor de Dios mora en nosotros, nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones, tienen que estar en armonía con la voluntad de Dios como se expresa en los preceptos de su santa ley. “Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo”. 1 Juan 3:7. Sabemos lo que es justicia por el modelo de la santa ley de Dios, como se expresa en los Diez Mandamientos dados en el Sinaí. Esa así llamada fe en Cristo, que según se declara exime a los hombres de la obligación de la obediencia a Dios, no es fe sino presunción. “Por gracia sois salvos por medio de la fe”. Mas “la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” Efesios 2:8; Santiago 2:17. Jesús dijo de sí mismo antes de venir al mundo: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón”. Salmos 40:8. Y cuando estaba por ascender a los cielos, dijo otra vez: “Yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor”Juan 15:10. La Escritura dice: “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos”. 1 Juan 2:3. La condición para alcanzar la vida eterna es ahora exactamente la misma de siempre, tal cual era en el paraíso antes de la caída de nuestros primeros padres: la perfecta obediencia a la ley de Dios, la perfecta justicia. Si la vida eterna se concediera con alguna condición inferior a ésta, peligraría la felicidad de todo el universo. Se le abriría la puerta al pecado con todo su séquito de dolor y miseria para siempre... Cuanto más nos guíe la necesidad a El y a la Palabra de Dios, tanto más elevada visión tendremos de su carácter y más plenamente reflejaremos su imagen.—El Camino a Cristo, 60-62, 65.

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