Sabbath School
Tuesday, July 30 En la montaña rusa con Jesús Comentarios Elena G.W https://ift.tt/7UTjM8Z [Jesús] permaneció… a orillas del mar por un tiempo, enseñando y sanando, y luego se dirigió a la casa de Leví Mateo para encontrarse con los publicanos en su fiesta. Allí le encontró Jairo, príncipe de la sinagoga. Este anciano de los judíos vino a Jesús con gran angustia, y se arrojó a sus pies exclamando: “Mi hija está a la muerte: ven y pondrás las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá”. Jesús se encaminó inmediatamente con el príncipe hacia su casa. Aunque los discípulos habían visto tantas de sus obras de misericordia, se sorprendieron al verle acceder a la súplica del altivo rabino (El Deseado de todas las gentes, p. 310). Al abrirse paso por entre el gentío, llegó el Salvador cerca de donde estaba la mujer enferma. Ella había procurado en vano una y otra vez acercarse a él. Ahora había llegado su oportunidad, pero no veía cómo hablar con él. No quería detener su lento avance. Pero había oído decir que con solo tocar su vestidura se obtenía curación, y temerosa de perder su única oportunidad de alivio, se adelantó… Cristo conocía todos los pensamientos de ella, y se dirigía hacia ella. Comprendía él la gran necesidad de la mujer, y le ayudaba a ejercitar su fe. Al pasar él, se le adelantó la mujer, y logró tocar apenas el borde de su vestido. En el acto notó que había sanado. En aquel único toque habíase concentrado la fe de su vida, e inmediatamente desaparecieron su dolor y debilidad (El ministerio de curación, pp. 38, 39). Cristo no hizo la pregunta [“¿Quién es el que me ha tocado?”]para obtener información. Quería dar una lección al pueblo, a sus discípulos y a la mujer, infundir esperanza al afligido y mostrar que la fe había hecho intervenir el poder curativo. La confianza de la mujer no debía ser pasada por alto sin comentario. Dios tenía que ser glorificado por la confesión agradecida de ella. Cristo deseaba que ella comprendiera que él aprobaba su acto de fe. No quería dejarla ir con una bendición incompleta. Ella no debía ignorar que él conocía sus padecimientos. Tampoco debía desconocer el amor compasivo que le tenía ni la aprobación que diera a la fe de ella en el poder que había en él para salvar hasta lo sumo a cuantos se allegasen a él. Viendo que no podía ocultarse, la mujer se adelantó temblando, y se postró a sus pies. Con lágrimas de gratitud, le dijo, en presencia de todo el pueblo, por qué había tocado su vestido y cómo había quedado sana en el acto. Temía que al tocar su manto hubiera cometido un acto de presunción; pero ninguna palabra de censura salió de los labios de Cristo… Con dulzura le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado: ve en paz”. Vers. 48. ¡Cuán alentadoras le resultaron esas palabras! El temor de que hubiera cometido algún agravio ya no amargaría su gozo (El ministerio de curación, pp. 39, 40).
¡Visita Sabbath School!
Tuesday, July 30 En la montaña rusa con Jesús Comentarios Elena G.W https://ift.tt/7UTjM8Z [Jesús] permaneció… a orillas del mar por un tiempo, enseñando y sanando, y luego se dirigió a la casa de Leví Mateo para encontrarse con los publicanos en su fiesta. Allí le encontró Jairo, príncipe de la sinagoga. Este anciano de los judíos vino a Jesús con gran angustia, y se arrojó a sus pies exclamando: “Mi hija está a la muerte: ven y pondrás las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá”. Jesús se encaminó inmediatamente con el príncipe hacia su casa. Aunque los discípulos habían visto tantas de sus obras de misericordia, se sorprendieron al verle acceder a la súplica del altivo rabino (El Deseado de todas las gentes, p. 310). Al abrirse paso por entre el gentío, llegó el Salvador cerca de donde estaba la mujer enferma. Ella había procurado en vano una y otra vez acercarse a él. Ahora había llegado su oportunidad, pero no veía cómo hablar con él. No quería detener su lento avance. Pero había oído decir que con solo tocar su vestidura se obtenía curación, y temerosa de perder su única oportunidad de alivio, se adelantó… Cristo conocía todos los pensamientos de ella, y se dirigía hacia ella. Comprendía él la gran necesidad de la mujer, y le ayudaba a ejercitar su fe. Al pasar él, se le adelantó la mujer, y logró tocar apenas el borde de su vestido. En el acto notó que había sanado. En aquel único toque habíase concentrado la fe de su vida, e inmediatamente desaparecieron su dolor y debilidad (El ministerio de curación, pp. 38, 39). Cristo no hizo la pregunta [“¿Quién es el que me ha tocado?”]para obtener información. Quería dar una lección al pueblo, a sus discípulos y a la mujer, infundir esperanza al afligido y mostrar que la fe había hecho intervenir el poder curativo. La confianza de la mujer no debía ser pasada por alto sin comentario. Dios tenía que ser glorificado por la confesión agradecida de ella. Cristo deseaba que ella comprendiera que él aprobaba su acto de fe. No quería dejarla ir con una bendición incompleta. Ella no debía ignorar que él conocía sus padecimientos. Tampoco debía desconocer el amor compasivo que le tenía ni la aprobación que diera a la fe de ella en el poder que había en él para salvar hasta lo sumo a cuantos se allegasen a él. Viendo que no podía ocultarse, la mujer se adelantó temblando, y se postró a sus pies. Con lágrimas de gratitud, le dijo, en presencia de todo el pueblo, por qué había tocado su vestido y cómo había quedado sana en el acto. Temía que al tocar su manto hubiera cometido un acto de presunción; pero ninguna palabra de censura salió de los labios de Cristo… Con dulzura le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado: ve en paz”. Vers. 48. ¡Cuán alentadoras le resultaron esas palabras! El temor de que hubiera cometido algún agravio ya no amargaría su gozo (El ministerio de curación, pp. 39, 40).
¡Visita Sabbath School!
Comentarios
Publicar un comentario