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La majestad de Dios

La majestad de Dios, 11 de abril
Oh, Jehová, Dios de los ejércitos, ¿quién como tú? Poderoso eres, Jehová... Tú tienes dominio sobre la braveza del mar cuando se levantan sus ondas, tú las sosiegas. Salmos 89:8, 9.{CDCD 108.1}
Ayer el Hno. [Carlos] Chittendon nos llevó a unos cuantos de nosotros a pasear en su barco... Pasamos en el agua y en la playa todo el día. Navegamos más allá del Golden Gate* hacia alta mar... El océano estaba tormentoso y nos sacudíamos en todas direcciones en gran manera...{CDCD 108.2}
Aquí estoy ahora para escribir acerca de Cristo cuando caminaba sobre el mar para calmar la tempestad. ¡Oh, cómo impresionó mi mente esta escena!... La majestad de Dios y sus obras ocuparon mis pensamientos. Los vientos están en sus manos; controla las aguas. Seres finitos, meros puntos sobre las anchas y profundas aguas del Pacífico éramos nosotros a la vista de Dios, pero los ángeles del cielo fueron enviados desde la excelente gloria para proteger ese barquito de vela...{CDCD 108.3}
Con cuánta nitidez surgió en mi mente el bote con los discípulos, golpeado por las olas. La noche era oscura y tempestuosa. Su Maestro estaba ausente. El mar estaba tormentoso y los vientos les eran contrarios. Si Jesús, su Salvador, hubiera estado con ellos, se habrían sentido seguros. Durante toda la larga y tediosa noche se inclinaron sobre sus remos, abriéndose camino contra viento y marea. Estaban acosados por el peligro y el horror...{CDCD 108.4}
Esperaban recibir al Salvador en el barco en cierto punto previamente establecido, pero, ¿cómo podrían alcanzar ese sitio sin él? Todo era en vano; el viento estaba en contra de ellos. Se agotó la fuerza de los remeros pero la cruel tempestad no disminuyó; por el contrario, empujaba las olas con tal furia que parecía que iban a envolver la embarcación y a sus tripulantes...{CDCD 108.5}
En la hora de mayor peligro, cuando ya lo habían dado todo por perdido, en medio de los relámpagos, cuando era la cuarta vigilia de la noche, Jesús se les apareció caminando sobre las aguas. ¡Oh, entonces Jesús no los había olvidado! Su ojo vigilante, lleno de tierna simpatía y amor piadoso, los había contemplado durante la temible tempestad. En medio de su mayor necesidad, había estado junto a ellos.—Carta 5, del 11 de abril de 1876, dirigida a Santiago White.{CDCD 108.6}
https://egwwritings.org/?ref=es_CDCD.108

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