Jueves 30 de marzo - PEDRO COMO LIDER DE IGLESIA
Pedro vio el error en que había caído, y se puso a reparar inmediatamente el mal que había hecho, hasta donde pudo. Dios, que conoce el fin desde el principio, permitió que Pedro revelara esta debilidad de carácter, a fin de que el probado apóstol pudiera ver que no había nada en sí mismo por lo cual pudiera enorgullecerse. Aun los mejores hombres, abandonados a si mismos, se equivocan. Dios vio también que en lo venidero algunos se engañarían hasta el punto de atribuir a Pedro y sus presuntos sucesores las exaltadas prerrogativas que pertenecen a Dios solo. Y este informe de la debilidad del apóstol subsistiría como prueba de que no era infalible ni superior a los otros apóstoles (Los hechos de los apóstoles, p. 161). Los seres humanos, entregados al mal, se sienten inclinados a tratar severamente a los tentados y a los que yerran. No pueden leer el corazón, no conocen su lucha ni dolor. Necesitan aprender a reprender con amor, a herir para sanar, a amonestar con palabras de esperanza (La educación, p. 90).
Más de un obrador de iniquidad ha excusado su propio pecado señalando la caída de David; pero ¡cuán pocos son los que manifiestan la penitencia y la humildad de David! ¡Cuán pocos soportarían la reprensión y la retribución con la paciencia y la fortaleza que el manifestó! El había confesado su pecado, y durante muchos años había procurado cumplir su deber como fiel siervo de Dios; había trabajado por la edificación de su reino, y este había alcanzado bajo su gobierno una fortaleza y una prosperidad nunca logradas antes. Había reunido enormes cantidades de material para la construcción de la casa de Dios; y ahora, ^iba a ser barrido todo el trabajo de su vida? ¿Debían los resultados de muchos años de labor consagrada, la obra del genio, de la devoción y del buen gobierno, pasar a las manos de su hijo traidor y temerario, que no consideraba el honor de Dios ni la prosperidad de Israel? ¡Cuán natural hubiera parecido que David murmurase contra Dios en esta gran aflicción!
Pero el vio en su propio pecado la causa de su dificultad... Y el Señor no abandono a David. Este capítulo de su experiencia... es uno de los más nobles de toda su historia. Jamás fue el gobernante de Israel más verdaderamente grande a los ojos del cielo que en esta hora de más profunda humillación exterior. Si Dios hubiera permitido que David continuase sin reprensión por su pecado, y que permaneciera en paz y prosperidad en su trono mientras estaba violando los preceptos divinos, el escéptico y el infiel habrían tenido alguna excusa para citar la historia de David como un oprobio para la religión de la Biblia. Pero en la aflicción por la que hizo pasar a David, el Señor muestra que no puede tolerar ni excusar el pecado. Y la historia de David nos permite ver también los grandes fines que Dios tiene en perspectiva en su manera de tratar con el pecado; nos permite seguir, aun a través de los castigos más tenebrosos, el desenvolvimiento de sus propósitos de misericordia y de beneficencia.
Hizo pasar a David bajo la vara, pero no lo destruyo: el horno es para purificar, pero no para consumir. (Patriarcas y profetas, pp. 797, 798).
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