Eficacia de la sangre de Cristo, 10 de febrero
La misma sangre expiará la
persona. Levítico 17:11. NEV 49.1
Cristo fué el Cordero muerto
desde la fundación del mundo. Para muchos ha sido un misterio el que se
necesitaran tantas ofrendas de sacrificio en la antigua dispensación, el por
qué tantas víctimas sangrantes fueron llevadas al altar. Pero la gran verdad que
debía mantenerse delante de los hombres, e imprimirse en su mente y corazón,
era ésta: “Sin derramamiento de sangre, no se hace remisión”. Hebreos 9:22. En cada sacrificio sangrante
estaba simbolizado el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Juan 1:29. Cristo mismo fué el originador del
sistema de culto judío, en el cual mediante símbolos, se exponían las cosas
espirituales y celestiales. ... NEV 49.2
Actualmente vivimos en un
tiempo cuando el símbolo ha encontrado su realidad en la ofrenda de Cristo por
los pecados del mundo; estamos viviendo en un día de luz abundante, y sin
embargo, cuán pocos se benefician con la grandiosa e importante verdad de que
Cristo ha realizado un amplio sacrificio para todos. En la ofrenda que Cristo
hizo de sí mismo, satisfizo toda la justicia requerida, y “¿cómo escaparemos
nosotros, si tuviéremos en poco una salud tan grande?”. Hebreos 2:3. Aquellos que rechazan el don de
la vida no tendrán excusa.—The Signs of the Times, 2 de enero de 1893. NEV 49.3
Gracias a Dios que Aquel que
derramó su sangre por nosotros, vive para defenderla, vive para hacer una
intercesión por cada alma que lo recibe. “Si confesamos nuestros pecados, él es
fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda
maldad”. 1 Juan 1:9. La sangre de Jesucristo nos limpia
de todo pecado. Tiene un lenguaje mejor que la sangre de Abel, porque Cristo
está vivo para interceder por nosotros. Siempre necesitamos mantener delante de
nosotros la eficacia de la sangre de Jesús. Esa sangre que limpia la vida y la
sostiene, de la cual podemos apropiarnos por la fe viva, es nuestra esperanza.
Nuestro aprecio de su inestimable valor debe ir en aumento continuo, porque
habla por nosotros únicamente cuando, mediante la fe, reclamamos su virtud,
manteniendo la conciencia limpia y en paz con Dios. Se la representa como la
sangre paradójica, inseparablemente unida con la resurrección y la vida de nuestro
Redentor, ilustrada por la corriente que no cesa de fluir y que procede del
trono de Dios, el agua del río de la vida.—Carta 87, 1894. NEV 49.4
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