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Cuidad celosamente vuestras horas de oración


Cuidad celosamente vuestras horas de oración, 19 de marzo

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Salmos 42:1. ELC 87.1
El ciudadano del reino celestial estará mirando constantemente cosas no vistas. El poder terrenal sobre la mente y el carácter está quebrantado. Tiene la presencia del Huésped celestial, de acuerdo con su promesa: “Y yo le amaré, y me manifestaré a él”. Juan 14:21. Camina con Dios como Enoc, en constante comunión... ELC 87.2
Asediado diariamente por la tentación, en lucha constante con los dirigentes del pueblo, Cristo sabía que debía fortalecer su humanidad mediante la oración. Para ser una bendición para los hombres, debía comunicarse con Dios, pidiendo energía, perseverancia y firmeza. Así mostró a sus discípulos en qué consistía su fuerza. Sin la comunión diaria con Dios, ningún ser humano puede recibir poder para servir. Es privilegio de cada uno el encomendarse, con todas las pruebas y tentaciones, los pesares y chascos, al amante Padre celestial. Nadie que haga esto, que haga de Dios su confidente, caerá presa del enemigo. ELC 87.3
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Hebreos 4:15, 16... ELC 87.4
Cuidad celosamente vuestras horas de oración y autoexamen. Apartad alguna porción de cada día para el estudio de las Escrituras y la comunión con Dios. Así obtendréis fuerza espiritual y creceréis en gracia y favor para con Dios. El solo puede dirigir correctamente nuestros pensamientos. El solo puede darnos aspiraciones nobles y modelar nuestros caracteres a la semejanza divina. Si nos acercamos a él en oración ferviente, llenará nuestros corazones de santos y elevados propósitos y de fervientes y profundos anhelos de pureza y limpieza de pensamiento.—The Review and Herald, 10 de noviembre de 1910. ELC 87.5

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