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El maravilloso amor de Dios, 13 de diciembre https://ift.tt/3IL33Xv Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. Santiago 1:5, 6. Si Ud. llega a ser un alumno en la escuela de Cristo, debe someter su voluntad a la de El, predisponerse para estar bajo su disciplina, y así será apto para andar en sus caminos; y de esta forma, al vivir en una constante comunión con Jesús, Ud. mismo se transformará en un canal de luz para otros. Ud. y yo... necesitamos sentir nuestra total dependencia de Dios, de su gracia y dirección. Dios desea que Ud. simpatice y armonice con sus planes. Someterse a la autoridad de Cristo, una de las calificaciones esenciales de sus discípulos, no es tan sólo oponerse al orgullo que se siente herido cuando uno es advertido o aconsejado, sino que aquellos que lo practican deciden estar en sujeción mutua... Engaños fatales se ciernen sobre las almas. Estas tienen una confianza presuntuosa. Creen que son cristianos simplemente porque aceptaron la verdad. Este error ha aislado de tal forma el corazón que las saetas divinas no tienen acceso a él. Por lo tanto, las verdades profundas, penetrantes, las que claramente presentan el error, son escuchadas sin que surtan efecto, sin que haya una sola intención de aplicarlas a sí mismos. ¡Oh, busquen una preparación del corazón frente al trono de la gracia, pues sólo cuando sean conscientes de su propia incompetencia podrán tener una clara visión del poder y dignidad de Cristo, y así podrán aferrarse a las promesas por fe y disfrutar de una comunión viviente con Dios!... “Porque de tal manera amó Dios al mundo... Juan 3:16. ¡Oh, qué amor! ¡Qué maravilloso amor! ¡Cuán pocos aprecian ese amor! ¡Cuán pocos participan de la naturaleza divina! Habiendo el Señor emprendido la maravillosa obra de la redención, decidió que no abandonaría el plan, que no escatimaría esfuerzos por costosos que fueran. No rehusaría nada, por querido que fuera, que significase ser esencial para consumar su designio de investir al hombre de don sobre don, hasta que hubiese abierto al ser humano todos los recursos del tesoro celestial. La gracia salvadora de Dios, el creciente concepto de su grandeza, su justicia, su misericordia, su amor, no habrían de llenar en vano nuestros corazones. Este conocimiento de Dios que Jesús vino a impartir, ha de considerarse muy seriamente. El amor divino no puede permanecer como nuestra posesión a menos que sea expresado. ¿Será que tendremos que reconocer que nuestra mayor maldición consistió en haber conocido el bendito don de la vida eterna y no haber sido capaces de darlo a conocer a otros? Oh, mi hermano, “escogeos hoy a quién sirváis”.—Carta 48, del 13 de diciembre de 1888, dirigida a David H. Lamson, evangelista y administrador de una asociación.

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