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Cada Día con Dios


Pasaporte para el cielo, 26 de enero https://ift.tt/3rbsmvf Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. 2 Corintios 4:17, 18. Me dirijo a usted y a sus hijos. Simpatizo con usted en estos momentos de aflicción. Si estuviera con usted, podría hablarle palabras que lo confortarían. Pero como no lo estoy, solamente puedo escribir unas pocas líneas. Deseo que sepa que no lo he olvidado en su aflicción. No estamos llegando a los peligros de los últimos días; estamos en medio de ellos. Estamos en el ocaso de la historia terrenal y podemos dejar a nuestros muertos sabiendo que estarán ocultos por un corto tiempo hasta que pase la indignación. No necesitamos lamentarnos por ellos como los que no tienen esperanza, porque su vida está escondida con Cristo en Dios. Tenemos toda la razón del mundo para regocijarnos... Las dificultades que tienen que enfrentar los que han aceptado a Cristo y guardan sus mandamientos no proviene de él. “Si alguno quiere venir en pos de mí -dice-, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24. El deber de las almas inteligentes es aferrarse de la verdad y practicar la virtud. Hemos nacido con un desafecto congénito hacia ambas. Es triste comprobar que nuestro propio carácter se opone a las virtudes que son agradables a la vista de Dios, tales como la sumisión, la caridad, la dulzura de espíritu y la paciencia que no se altera frente a la provocación. Díganse, queridos hijos: “Somos débiles, pero Dios es fuerte. Nos ha asignado nuestro deber. El General a quien servimos nos intima a ser vencedores”. Sea una bendición para todos ustedes la aflicción que les ha sobrevenido. Nuestra querida hermana, la madre de ustedes, amaba a Jesús. Su lucha ha terminado. Recuerden que descansa en paz. “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”. Colosenses 3:4. Llenen cada corazón la paz y el consuelo del Espíritu Santo. Abran la puerta de sus corazones, para que Jesús pueda entrar como un huésped honrado, y tendrán un Consolador. “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros”. Juan 15:12. Unanse estrechamente los corazones de los que quedan vivos. Trate cada cual de ser una bendición para el otro, y no un tropiezo... Preparémonos para la venida del Hijo del hombre. Seamos fieles a Dios, y recibiremos la corona de la vida.—Carta 10, del 26 de enero de 1898, dirigida al Hno. Hare.

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