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Comentarios Elena G.W para la Escuela Sabática https://ift.tt/Qk4Ait7 [En] la carrera celestial, todos podemos correr, y recibir el premio. No hay incertidumbre ni riesgo en el asunto. Debemos revestirnos de las gracias celestiales y con los ojos dirigidos hacia arriba, a la corona de la inmortalidad, tener siempre presente el Modelo. Fue Varón de dolores, experimentado en quebranto. Debemos tener constantemente presente la vida de humildad y abnegación de nuestro divino Señor. Y a medida que procuramos imitarlo, manteniendo los ojos fijos en el premio, podemos correr esa carrera con certidumbre, sabiendo que si hacemos lo mejor que podamos, lo alcanzaremos con seguridad… Ya que tenemos este gran incentivo, ¿no podemos correr “con paciencia la carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús”? Él nos ha indicado el camino, y ha señalado todo el trayecto con sus pisadas. Es la senda que él ha recorrido, y podemos experimentar con él la abnegación y el sufrimiento, y andar en esa senda señalada por su propia sangre (Testimonios para la iglesia, t. 2, pp. 320, 321). [Sin] su gracia nuestros esfuerzos no producirán beneficios duraderos. Seremos vencedores por medio de la gracia de Cristo; por los méritos de su sangre seremos contados entre aquellos cuyos nombres no serán borrados del libro de la vida. Los que logren la victoria finalmente vivirán una vida que se equipara con la de Dios y se ceñirán la corona del vencedor. Puesto que nos aguarda esta grande y eterna recompensa, deberíamos correr con paciencia la carrera, mirando a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe… Todo lo que mancha y contamina el alma debe desaparecer, debe ser limpiado del corazón. Debemos saber lo que significa participar de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que está en el mundo por causa de la concupiscencia… ¿O aceptarán la gran provisión de la salvación, y por los méritos del infinito sacrificio hecho en favor de ustedes llegar a ser participantes de la naturaleza divina? Dios dio a su Hijo unigénito para que por medio de su vergüenza, sufrimiento y muerte, ustedes pudieran tener gloria, honor e inmortalidad (Cada día con Dios, p. 173). Renunciad a vuestra confianza propia y a vuestra suficiencia propia, hermanos, y seguid al manso Dechado. Tened siempre a Cristo presente, y recordad que es vuestro ejemplo y que debéis andar en sus pisadas. Mirad a Jesús, autor de nuestra fe, quien por el gozo que le fue propuesto soportó la cruz, despreciando la vergüenza. Sufrió la contradicción de los pecadores. Por causa de nuestros pecados fue una vez el Cordero manso, herido, golpeado e inmolado. Por lo tanto, suframos alegremente algo por amor de Jesús, crucifiquemos diariamente el yo, y participemos aquí de los sufrimientos de Cristo, a fin de que seamos participantes con él de su gloria, y seamos coronados de gloria, honor, inmortalidad y vida eterna (Primeros escritos, pp. 113, 114).

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