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Comentarios Elena G.W para la Escuela Sabática https://ift.tt/wM2pgkB La vida cristiana es más de lo que muchos se la representan. No consiste toda ella en dulzura, paciencia, mansedumbre y benevolencia. Estas virtudes son esenciales; pero también se necesita valor, fuerza, energía y perseverancia. La senda que Cristo señala es estrecha y requiere abnegación. Para internarse en ella e ir al encuentro de dificultades y desalientos, se requieren hombres y no seres débiles… Se necesitan hombres firmes que no esperen a que el camino se les allane y quede despejado de todo obstáculo, hombres que inspiren nuevo celo a los débiles esfuerzos de los desalentados obreros, hombres cuyos corazones irradien el calor del amor cristiano, y cuyas manos tengan fuerza para desempeñar la obra del Maestro (El ministerio de curación, p. 397). “Aunque me chasqueé dos veces —escribió [Guillermo Miller]—, no estoy aún abatido ni desanimado… Mi esperanza en la venida de Cristo es tan firme como siempre. No he hecho más que lo que, después de años de solemne consideración, sentía que era mi solemne deber hacer”… “Algo sé de cierto, y es que no he predicado nada en que no creyese; y Dios ha estado conmigo, su poder se ha manifestado en la obra, y mucho bien se ha realizado”… Dios no se olvidó de su pueblo; su Espíritu siguió acompañando a los que no negaron temerariamente la luz que habían recibido ni denunciaron el movimiento adventista. En la Epístola a los Hebreos hay palabras de aliento y de admonición para los que vivían en la expectación y fueron probados en esa crisis: “No desechéis pues esta vuestra confianza, que tiene una grande remuneración. Porque tenéis necesidad de la paciencia, a fin de que, habiendo hecho la voluntad de Dios, recibáis la promesa. Porque dentro de un brevísimo tiempo, vendrá el que ha de venir, y no tardará”. Hebreos 10:35-37 (El conflicto de los siglos, p. 402). [Dios] ha dado a cada hombre su tarea, y a todos llama para que comiencen la obra donde están. No puede hacer lo que desea hasta que el instrumento humano desempeñe su parte. A veces el brazo de la fe parece demasiado corto aun para tocar las ropas del Salvador, pero allí está la promesa, respaldada por Dios: “Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí (Isaías 58:9)… No son nuestros esfuerzos los que conducen a la victoria. La logramos viendo a Dios en sus promesas, creyendo y confiando en él. Aferrémonos por medio de la fe de la mano del Poder infinito. El Señor —que lo ha prometido— es fiel. Surgirán preguntas que no podrán ser resueltas por el pensamiento humano. No pierdan tiempo tratando de resolverlas. Emprendan la tarea que está esperando que se la realice, confiando en que Dios será su sabiduría. Su justicia irá delante de ustedes, y las preguntas que los perturban se contestarán solas (Alza tu ojos, p. 131).

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