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Hijos e Hijas de Dios

Pablo, ciego, pudo ver a Cristo, 30 de marzo https://ift.tt/jnGtBYQ Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Hechos 9:17. A las puertas de Damasco, la visión del Crucificado cambió todo el curso de su vida [de Pablo]. El perseguidor se convirtió en discípulo, el maestro en alumno. Los días de oscuridad pasados en la soledad, en Damasco, fueron como años para su vida. Su estudio lo constituían las Escrituras del Antiguo Testamento, atesoradas en su memoria, y Cristo era su Maestro. También fue para él una escuela la soledad de la naturaleza. Fue al desierto de Arabia para estudiar las Escrituras y aprender de Dios. Limpió su alma de los prejuicios y las tradiciones que habían amoldado su vida y recibió instrucción de la Fuente de verdad. Su vida ulterior fue inspirada por el principio de la abnegación, el ministerio del amor. “Deudor soy—dijo—a los griegos y también a los bárbaros, a los sabios y también a los ignorantes”... Al par que poseía altas dotes intelectuales, Pablo revelaba en su vida el poder de una sabiduría aún más rara. Sus enseñanzas, ejemplificadas por su vida, revelan principios de la más profunda significación, que eran ignorados por los grandes espíritus de su tiempo. Poseía la más elevada de todas las sabidurías que da una pronta perspicacia y cordial simpatía, que relaciona al hombre con los hombres, y lo capacita para despertar la naturaleza mejor de sus semejantes e inspirarlos a vivir una vida más elevada... “Siendo vilipendiados—dijo—, bendecimos; siendo perseguidos, lo sufrimos; siendo infamados, rogamos”, “como pesarosos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, y sin embargo poseyendo todas las cosas”.—La Educación, 61-64.
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