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Nuestra Elevada Vocacion


Un pueblo perfecto, 19 de septiembre https://ift.tt/uDhcEt6 Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios. 1 Corintios 10:31. Teniendo en vista la gloria de Dios, debemos darle una atención cuidadosa al problema de nuestra comida y bebida. Necesitamos la dirección divina, aun en los hábitos más comunes de nuestra vida cotidiana, para que no haya pequeñas pérdidas que consuman innecesariamente los recursos, simplemente para la gratificación de los apetitos pervertidos. En el Nuevo Testamento ninguno de los requisitos de Dios pierde su fuerza constrictiva, o afloja en lo más mínimo sus obligaciones que deben ser cumplidas. ... En lugar de que los requerimientos de Dios se tornen laxos en el Nuevo Testamento, las exigencias se intensifican, y el deber se define más claramente. El apóstol dice: “O hacéis otra cosa”, aun en la cuestión del comer y del beber, “hacedlo todo a gloria de Dios”. Puede hacerse esta pregunta: “¿No puedo hacer lo que me plazca? ¿Nunca podré hacer lo que me parezca? ¿No es mío mi cuerpo?” Podéis hacer lo que os parezca, pero será al precio de la pérdida de vuestra alma, o bien seguiréis el camino de Dios y viviréis para realizar un propósito en este mundo, y tener vida eterna en el mundo por venir.—Manuscrito 60, 1894, pp. 4. Los que han recibido instrucciones acerca de los peligros del consumo de carne, té, café y alimentos demasiado condimentados o malsanos, y quieran hacer un pacto con Dios por sacrificio, no continuarán satisfaciendo su apetito con alimentos que saben son malsanos. Dios pide que los apetitos sean purificados y que se renuncie a las cosas que no son buenas. Esta obra debe ser hecha antes que su pueblo pueda estar delante de él como un pueblo perfecto. ... Los que diciendo creer en la reforma pro-salud, niegan sus principios en la vida diaria, causan perjuicio a su alma y producen una impresión desfavorable en la mente de los creyentes y de los no creyentes.—Joyas de los Testimonios 3:354, 355. No uséis mal o abuséis de ninguna porción de las facultades que Dios os ha dado, físicas, mentales o morales. Todos vuestros hábitos han de ser puestos bajo una mente que esté ella misma bajo el control de Dios.—Carta 103, 1897, pp. 4.

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