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Cada Día con Dios


Canales de bendición, 21 de octubre https://ift.tt/RNMXt5Y Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su Señor, cuando venga, halle velando. Lucas 12:37. Los que están verdaderamente convertidos son llamados a hacer una obra que requiere dinero y consagración. Las obligaciones que asumimos cuando nuestros nombres figuran en el registro de la iglesia nos hacen responsables de trabajar para Dios al máximo de nuestras posibilidades. El quiere un servicio indiviso, la devoción total del corazón, el alma, la mente y la fuerza. Cristo nos ha dado la oportunidad de trabajar en la iglesia para que podamos dedicar todas nuestras capacidades, y aumentarlas, en un servicio consagrado por la salvación de los demás. Todo lo que no alcance esta norma implicará oposición a la obra. Hay sólo dos lugares en el universo donde podemos depositar nuestros tesoros: en el almacén de Dios, o en el de Satanás. Y todo lo que no se dedique al servicio de Dios se cuenta como si estuviera del lado de Satanás, para fortalecer su causa. El propósito de Dios es que los medios que se nos han confiado sean empleados para edificar su reino. Se confían sus bienes a sus mayordomos, para que éstos negocien cuidadosamente con ellos, y le produzcan réditos en la salvación de almas para la vida eterna. Y estas almas a su vez se convertirán en mayordomos de la verdad, para cooperar con los intereses del reino de Dios... Doquiera haya vida en los súbditos del reino de Dios, habrá aumento y crecimiento; habrá un constante intercambio: Se da, se acepta y se devuelve al Señor lo suyo. Dios obra por medio de todo verdadero creyente, y la luz y la bendición recibidas se dan de vuelta mediante la obra que realiza el creyente. Al dar de lo que ha recibido, aumenta su capacidad de recibir. Al impartir los dones celestiales, da lugar para que frescas corrientes de gracia y verdad, procedentes de la fuente viva, penetren en su alma. Dispone de más luz, de mayor conocimiento y más grandes bendiciones. Esta obra, que concierne a cada miembro de iglesia, implica la vida y el crecimiento de la iglesia. Aquél cuya vida consiste en recibir siempre y no dar jamás, pronto pierde la bendición. Si la verdad no fluye de él en dirección de los demás, pierde la capacidad de recibir. Debemos impartir los bienes del cielo si queremos recibir bendiciones frescas... Si los hombres quieren ser canales por medio de los cuales fluyan las bendiciones de Dios en dirección de los demás, el Señor los mantendrá bien provistos.—Manuscrito 139, del 21 de octubre de 1898, “Llamamiento en favor de las misiones”.

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