Comentarios Elena G.W para la Escuela Sabática https://ift.tt/bRwWmvz El éxito en la proclamación del mensaje evangélico no depende de sabios discursos, testimonios elocuentes o profundos argumentos. Depende de la sencillez del mensaje y de su adaptación a las almas que tienen hambre del pan de vida. “¿Qué haré para ser salvo?” Este es el anhelo del alma. Millares de personas pueden ser alcanzadas en la forma más sencilla y humilde. Los más intelectuales, aquellos que son considerados como los hombres y las mujeres mejor dotados del mundo, son frecuentemente refrigerados por las palabras sencillas de alguien que ama a Dios, y que puede hablar de ese amor tan naturalmente como los mundanos hablan de las cosas que más profundamente les interesan (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 231, 232). Nicodemo era miembro del Sanedrín, y con otros había sido conmovido por la enseñanza de Jesús. Al presenciar las maravillosas obras de Cristo, se había apoderado de él la convicción de que ése era el enviado de Dios. Por cuanto era demasiado orgulloso para reconocer abiertamente su simpatía por el Maestro galileo, había procurado tener una entrevista secreta. En esa entrevista, Jesús le había expuesto el plan de la salvación y su misión en el mundo; sin embargo, Nicodemo había seguido vacilante. Ocultó la verdad en su corazón, y por tres años hubo poco fruto aparente. Pero, aunque Nicodemo no había reconocido públicamente a Cristo, repetidas veces había desbaratado en el Sanedrín las maquinaciones de los sacerdotes de destruirlo. Cuando al fin Cristo fue crucificado, Nicodemo recordó las palabras que le había hablado en la entrevista nocturna en el Monte de las Olivas: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado” (Juan 3:14); y vio en Jesús al Redentor del mundo… Cuando los judíos trataron de destruir la naciente iglesia, Nicodemo salió en su defensa. Libre ya de la cautela y dudas anteriores, estimuló la fe de los discípulos y empleó su riqueza en ayudar a sostener la iglesia de Jerusalén, y en llevar adelante la obra del evangelio. Aquellos que en otros días le habían rendido homenaje, ahora le despreciaban y perseguían; y llegó a ser pobre en los bienes de este mundo; no obstante, no vaciló en la defensa de su fe (Los hechos de los apóstoles, pp. 85, 86). Lo que hizo el apóstol Pablo al encontrarse con los filósofos de Atenas encierra una lección para nosotros. Al presentar el evangelio ante el tribunal del Areópago, Pablo contestó a la lógica con la lógica, a la ciencia con la ciencia, a la filosofía con la filosofía. Los más sabios de sus oyentes quedaron atónitos. No podían rebatir las palabras de Pablo. Pero este esfuerzo dio poco fruto. Escasos fueron los que aceptaron el evangelio. En lo sucesivo Pablo adoptó un procedimiento diferente. Prescindió de complicados argumentos y discusiones teóricas, y con sencillez dirigió las miradas de hombres y mujeres a Cristo, el Salvador de los pecadores… Que aquellos que trabajan por las clases altas se porten con verdadera dignidad, teniendo presente que tienen a ángeles por compañeros. Embargue su mente y su corazón el “Escrito está.” Tengan siempre colgadas en el aposento de su memoria las preciosas palabras de Cristo. Hay que estimarlas más que el oro o la plata (El ministerio de curación, pp. 164, 165).
"Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar." Habacuc 2:14 "Entonces el dragón...se fue a hacer guerra contra...los que guardan los mandamientos de Dios y tienen...el espíritu de la profecía." Apoc. 12:17; 19:10
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