Sabbath School
Comentarios Elena G.W https://ift.tt/TBz5Vp3 Dios requiere de su pueblo que seamos mucho más compasivos y considerados hacia los caídos en desgracia de lo que estamos siéndolo. “La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1: 27). Aquí se define la religión genuina. Dios requiere que la misma consideración que debiera darse a la viuda y al huérfano sea dada al ciego y a los que sufren bajo la aflicción de otras debilidades físicas. La benevolencia desinteresada es muy rara en el mundo de hoy.… Es extraño que profesos cristianos hagan caso omiso de las enseñanzas claras y positivas de la Palabra de Dios y no sientan remordimiento de conciencia. Dios coloca sobre ellos la responsabilidad de cuidar del desvalido, el ciego, el cojo, la viuda y el huérfano; pero muchos no hacen el menor esfuerzo por tenerlo en cuenta. Hay una gran obra que hacer en nuestro mundo. Y a medida que nos acercamos al fin de la historia humana, esa tarea no disminuye en lo más mínimo; por lo contrario, cuando el perfecto amor de Dios more en el corazón, se realizarán maravillas (Mi vida hoy, p. 247). El Señor tiene una gran obra para que hagamos, y él nos invita a contemplarlo, a confiar en él, a andar con él, y a conversar con él. Él nos invita a realizarle una entrega sin reservas de todo lo que tenemos y de todo lo que somos, para que cuando nos llame a sacrificarnos por él, estemos listos y dispuestos a obedecer. Gozaremos de la plenitud de la gracia divina únicamente cuando le entreguemos todo a Cristo. Conoceremos el significado de la verdadera felicidad únicamente cuando mantengamos el fuego ardiendo en el altar del sacrificio. Dios recompensará en el futuro a aquellos que han hecho el máximo en el presente… Él nos prueba cada día, bajo diferentes circunstancias; y elogia a sus obreros en cada esfuerzo sincero que estos realizan, no porque sean perfectos, sino porque están deseosos de trabajar desinteresadamente para él (Nuestra elevada vocación, p. 194). Aunque el mundo necesita simpatía, aunque necesita las oraciones y la ayuda del pueblo de Dios, aunque necesita ver a Cristo en la vida de los que le siguen, los hijos de Dios necesitan igualmente oportunidades que atraigan sus simpatías, den eficiencia a sus oraciones y desarrollen en ellos un carácter semejante al Modelo divino. Para proporcionar estas oportunidades, Dios colocó entre nosotros a los pobres, los infortunados, los enfermos y los dolientes. Son el legado de Cristo a su iglesia, y han de ser cuidados como el los cuidaría. De esta manera, Dios elimina la escoria y purifica el oro, dándonos la cultura del corazón y del carácter que necesitamos… Al poner entre nosotros los pobres y los dolientes, el Señor nos prueba para revelarnos lo que hay en nuestros corazones… El mundo se convencerá no tanto por lo que el púlpito enseña como por lo que la iglesia vive. El predicador anuncia la teoría del evangelio, pero la piedad práctica de la iglesia demuestra su poder (En los lugares celestiales, p. 326).
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Comentarios Elena G.W https://ift.tt/TBz5Vp3 Dios requiere de su pueblo que seamos mucho más compasivos y considerados hacia los caídos en desgracia de lo que estamos siéndolo. “La religión pura y sin mancha delante de Dios el Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones y guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1: 27). Aquí se define la religión genuina. Dios requiere que la misma consideración que debiera darse a la viuda y al huérfano sea dada al ciego y a los que sufren bajo la aflicción de otras debilidades físicas. La benevolencia desinteresada es muy rara en el mundo de hoy.… Es extraño que profesos cristianos hagan caso omiso de las enseñanzas claras y positivas de la Palabra de Dios y no sientan remordimiento de conciencia. Dios coloca sobre ellos la responsabilidad de cuidar del desvalido, el ciego, el cojo, la viuda y el huérfano; pero muchos no hacen el menor esfuerzo por tenerlo en cuenta. Hay una gran obra que hacer en nuestro mundo. Y a medida que nos acercamos al fin de la historia humana, esa tarea no disminuye en lo más mínimo; por lo contrario, cuando el perfecto amor de Dios more en el corazón, se realizarán maravillas (Mi vida hoy, p. 247). El Señor tiene una gran obra para que hagamos, y él nos invita a contemplarlo, a confiar en él, a andar con él, y a conversar con él. Él nos invita a realizarle una entrega sin reservas de todo lo que tenemos y de todo lo que somos, para que cuando nos llame a sacrificarnos por él, estemos listos y dispuestos a obedecer. Gozaremos de la plenitud de la gracia divina únicamente cuando le entreguemos todo a Cristo. Conoceremos el significado de la verdadera felicidad únicamente cuando mantengamos el fuego ardiendo en el altar del sacrificio. Dios recompensará en el futuro a aquellos que han hecho el máximo en el presente… Él nos prueba cada día, bajo diferentes circunstancias; y elogia a sus obreros en cada esfuerzo sincero que estos realizan, no porque sean perfectos, sino porque están deseosos de trabajar desinteresadamente para él (Nuestra elevada vocación, p. 194). Aunque el mundo necesita simpatía, aunque necesita las oraciones y la ayuda del pueblo de Dios, aunque necesita ver a Cristo en la vida de los que le siguen, los hijos de Dios necesitan igualmente oportunidades que atraigan sus simpatías, den eficiencia a sus oraciones y desarrollen en ellos un carácter semejante al Modelo divino. Para proporcionar estas oportunidades, Dios colocó entre nosotros a los pobres, los infortunados, los enfermos y los dolientes. Son el legado de Cristo a su iglesia, y han de ser cuidados como el los cuidaría. De esta manera, Dios elimina la escoria y purifica el oro, dándonos la cultura del corazón y del carácter que necesitamos… Al poner entre nosotros los pobres y los dolientes, el Señor nos prueba para revelarnos lo que hay en nuestros corazones… El mundo se convencerá no tanto por lo que el púlpito enseña como por lo que la iglesia vive. El predicador anuncia la teoría del evangelio, pero la piedad práctica de la iglesia demuestra su poder (En los lugares celestiales, p. 326).
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