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Exaltad a Jesús


Llamados a testificar, 9 de diciembre https://ift.tt/Nw2VBI1 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Mateo 5:16. En un sentido muy especial, los adventistas del séptimo día han sido colocados en el mundo como centinelas y transmisores de luz. A ellos ha sido confiada la tarea de dirigir la última amonestación a un mundo que perece. La Palabra de Dios proyecta sobre ellos una luz maravillosa. Una obra de la mayor importancia les ha sido confiada: proclamar los mensajes del primero, segundo y tercer ángeles. Ninguna otra obra puede ser comparada con ésta y nada debe desviar nuestra atención de ella. Las verdades que debemos proclamar al mundo son las más solemnes que jamás hayan sido confiadas a seres mortales. Nuestra tarea consiste en proclamarlas. El mundo debe ser amonestado, y el pueblo de Dios tiene que ser fiel a su cometido. No debe dejarse arrastrar a la especulación, ni asociarse con los incrédulos en empresas comerciales; porque eso entorpecería su acción en la obra de Dios. Cristo dice a los suyos: “Vosotros sois la luz del mundo”. Mateo 5:14. No es un hecho de poca importancia que Dios nos haya revelado con tanta claridad sus planes y sus consejos. Comprender la voluntad de Dios, tal como está revelada en la segura palabra profética, es para nosotros un maravilloso privilegio, pero nos impone una pesada responsabilidad. Dios espera que impartamos a otros el conocimiento que nos ha dado. Según su plan, los factores divinos y humanos deben unirse para proclamar el mensaje de amonestación. En la medida de sus oportunidades, todo aquel que recibió la luz de la verdad lleva la misma responsabilidad que el profeta de Israel, a quien fueron dirigidas estas palabras: “Tú pues, hijo del hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los apercibirás de mi parte”... En claros y distintos rayos, nos ha llegado la luz, enseñándonos que el gran día está cercano, “a las puertas”. Leamos y comprendamos antes que sea demasiado tarde. Hemos de ser conductos consagrados, por los cuales la vida del cielo se comunique a otros. El Espíritu Santo debe animar e impregnar toda la iglesia, purificando los corazones y uniéndolos unos a otros. Los que han sido sepultados con Cristo por el bautismo deben entrar en una nueva vida, y dar un ejemplo vivo de lo que es la vida de Cristo. Una comisión sagrada nos ha sido confiada. Esta es la orden que nos ha sido dada: “Por tanto, id, y doctrinad a todos los gentiles”... La obra a la que os habéis consagrado consiste en dar a conocer el Evangelio de la salvación. Vuestro poder está en la perfección celestial.—Joyas de los Testimonios 3:288-289.

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