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A Fin de Conocerle


https://ift.tt/V8ykep6 Una estrella de esperanza, 11 de enero He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Juan 1:29. Al hombre caído le fue revelado el plan de infinito sacrificio por el cual se lograría la salvación. Nada sino la muerte del amado Hijo de Dios podía expiar el pecado del hombre, y Adán se maravilló por la bondad de Dios al proporcionar tal rescate por el pecador. Por el amor de Dios, una estrella de esperanza iluminó el terrible futuro que se extendía delante del transgresor. Mediante el establecimiento de un sistema simbólico de sacrificios y ofrendas, la muerte de Cristo había de estar siempre delante del hombre culpable, para que pudiera comprender mejor la naturaleza del pecado, los resultados de la transgresión y el mérito de la ofrenda divina. Si no hubiese habido pecado, el hombre no hubiera conocido nunca la muerte. Pero en la víctima inocente sacrificada por su propia mano, contemplaba los frutos del pecado: la muerte del Hijo de Dios en su lugar... Al convertirse en el sustituto del hombre, al llevar la maldición que debiera haber recaído sobre el hombre, Cristo se ha dado en prenda en favor de la raza humana para mantener el excelso y sagrado honor de la ley de su Padre... Dios ha entregado el mundo en las manos de Cristo para que él pueda vindicar completamente las demandas imperativas de la ley, y hacer evidente la santidad de cada principio.—The Signs of the Times, 20 de febrero de 1893. El sacrificio de animales era una sombra de la ofrenda sin pecado del amado Hijo de Dios, e indicaba su muerte en la cruz. Pero en la crucifixión, el símbolo se encontró con la realidad, y allí cesó el sistema simbólico... El Hijo de Dios es el centro del gran plan de redención que cubre todas las dispensaciones. Es el “Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo”. Apocalipsis 13:8. Es el Redentor de los caídos hijos e hijas de Adán en todos los siglos del tiempo de gracia humano. “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Hechos 4:12.—Ibid.

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