Sabbath School
Comentarios Elena G.W para la Escuela Sabática https://ift.tt/KAU8gxF El Señor pronto vendrá en las nubes de los cielos con poder y grande gloria. ¿No hay acaso suficientes elementos implícitos en las verdades que giran en torno de este acontecimiento, y en la preparación esencial para él que nos hagan pensar solemnemente en nuestro deber? Debemos presentar este asunto delante de la gente en forma definida y clara. “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria… serán reunidas delante de él todas las naciones”. Mateo 25:31, 32… El juicio final es un acontecimiento sumamente solemne y terrible. Se desarrollará delante del universo entero. El Padre ha delegado todo el juicio en el Señor Jesús. Él será quien declare la recompensa que recibirán los que hayan sido leales a la ley de Jehová. Dios será honrado y su gobierno reivindicado y glorificado, y ello en presencia de los habitantes de los mundos no caídos. El gobierno de Dios será reivindicado y exaltado en la mayor medida posible. No se trata del juicio de una persona o de una nación, sino de todo el mundo. ¡Oh, qué cambio se producirá entonces en el entendimiento de todos los seres creados! Allí se percibirá el valor de la vida eterna (Cada día con Dios, p. 294). La religión pura de Jesús es la fuente de la cual fluyen corrientes de caridad, amor, abnegación. Ser cristiano es ser un hombre semejante a Cristo, una mujer semejante a Cristo, es ser activo en el servicio de Dios es estar presente en la reunión de oración, animando a otros también con nuestra presencia. La religión no consiste en obras, pero la religión obra; no es inactiva. Muchos parecen creer que la religión tiene una tendencia a hacer que el que la posee sea intolerante y estrecho, pero la verdadera religión no tiene una influencia que conduce a la estrechez mental; la falta de religión es la que entumece las facultades y estrecha la mente. Cuando un hombre es estrecho es una evidencia de que necesita la gracia de Dios, el ungimiento celestial, pues un verdadero cristiano es uno mediante el cual puede actuar el Señor, el Dios de los ejércitos, para que observe los caminos del Señor de la tierra y haga manifiesta la voluntad de Dios a los hombres (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 7, p. 947). Hay tal alegría y consuelo para los cristianos fieles y sinceros, que el mundo no puede entenderlo. Para ellos es un misterio. La esperanza del cristiano está repleta de inmortalidad y llena de gloria. Llega hasta más allá del velo, y es como un ancla segura y firme para el alma. Cuando la tormenta de la ira de Dios caiga sobre los impíos, su esperanza no dejará de realizarse, porque estarán escondidos en lo oculto de su tabernáculo… A pesar de que la tierra tambalee como un borracho, y sea removida como una choza, si hemos puesto nuestra confianza en Dios, él nos librará. “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente”. “Porque tú has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal (Hijos e hijas de Dios, p. 356).
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Comentarios Elena G.W para la Escuela Sabática https://ift.tt/KAU8gxF El Señor pronto vendrá en las nubes de los cielos con poder y grande gloria. ¿No hay acaso suficientes elementos implícitos en las verdades que giran en torno de este acontecimiento, y en la preparación esencial para él que nos hagan pensar solemnemente en nuestro deber? Debemos presentar este asunto delante de la gente en forma definida y clara. “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria… serán reunidas delante de él todas las naciones”. Mateo 25:31, 32… El juicio final es un acontecimiento sumamente solemne y terrible. Se desarrollará delante del universo entero. El Padre ha delegado todo el juicio en el Señor Jesús. Él será quien declare la recompensa que recibirán los que hayan sido leales a la ley de Jehová. Dios será honrado y su gobierno reivindicado y glorificado, y ello en presencia de los habitantes de los mundos no caídos. El gobierno de Dios será reivindicado y exaltado en la mayor medida posible. No se trata del juicio de una persona o de una nación, sino de todo el mundo. ¡Oh, qué cambio se producirá entonces en el entendimiento de todos los seres creados! Allí se percibirá el valor de la vida eterna (Cada día con Dios, p. 294). La religión pura de Jesús es la fuente de la cual fluyen corrientes de caridad, amor, abnegación. Ser cristiano es ser un hombre semejante a Cristo, una mujer semejante a Cristo, es ser activo en el servicio de Dios es estar presente en la reunión de oración, animando a otros también con nuestra presencia. La religión no consiste en obras, pero la religión obra; no es inactiva. Muchos parecen creer que la religión tiene una tendencia a hacer que el que la posee sea intolerante y estrecho, pero la verdadera religión no tiene una influencia que conduce a la estrechez mental; la falta de religión es la que entumece las facultades y estrecha la mente. Cuando un hombre es estrecho es una evidencia de que necesita la gracia de Dios, el ungimiento celestial, pues un verdadero cristiano es uno mediante el cual puede actuar el Señor, el Dios de los ejércitos, para que observe los caminos del Señor de la tierra y haga manifiesta la voluntad de Dios a los hombres (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 7, p. 947). Hay tal alegría y consuelo para los cristianos fieles y sinceros, que el mundo no puede entenderlo. Para ellos es un misterio. La esperanza del cristiano está repleta de inmortalidad y llena de gloria. Llega hasta más allá del velo, y es como un ancla segura y firme para el alma. Cuando la tormenta de la ira de Dios caiga sobre los impíos, su esperanza no dejará de realizarse, porque estarán escondidos en lo oculto de su tabernáculo… A pesar de que la tierra tambalee como un borracho, y sea removida como una choza, si hemos puesto nuestra confianza en Dios, él nos librará. “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente”. “Porque tú has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal (Hijos e hijas de Dios, p. 356).
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