Sabbath School
Comentarios Elena G.W para las Lecciones de Escuela Sabática https://ift.tt/u3nvjPp @seguidores @destacar Cuando apedrearon al elocuente y noble Esteban por instigación del Sanedrín, no hubo pérdida para la causa del evangelio. La luz del cielo que glorificó su rostro, la compasión divina que se expresó en su última oración, llegaron a ser como una flecha aguda de convicción para el miembro intolerante del Sanedrín que lo observaba, y Saulo, el fariseo perseguidor, se transformó en el instrumento escogido para llevar el nombre de Cristo a los gentiles, a los reyes y al pueblo de Israel… Por los esfuerzos de Satanás para destruirla, la simiente “incorruptible” de la Palabra de Dios, la cual “vive y permanece para siempre”, (1 Pedro 1:23) se esparce en los corazones de los hombres; por el oprobio y la persecución que sufren sus hijos, el nombre de Cristo es engrandecido y se redimen las almas (El discurso maestro de Jesucristo, p. 32). El gran principio que sostenían estos reformadores —el mismo que sustentaron los valdenses, Wiclef, Juan Hus, Lutero, Zuinglio y los que se unieron a ellos— era la infalible autoridad de las Santas Escrituras como regla de fe y práctica… La Biblia era su autoridad y por las enseñanzas de ella juzgaban todas las doctrinas y exigencias. La fe en Dios y en su Palabra era la que sostenía a estos santos varones cuando entregaban su vida en la hoguera. “Ten buen ánimo —decía Látimer a su compañero de martirio cuando las llamas estaban a punto de acallar sus voces—, que en este día encenderemos una luz tal en Inglaterra, que, confío en la gracia de Dios, jamás se apagará” (El conflicto de los siglos, pp. 254, 255). Necesitamos un guía a través de los muchos desfiladeros de la vida, tal como el marino necesita un práctico para sortear el banco de arena o el lecho rocoso del río… El marino que dispone de mapa y brújula, pero no los usa, es responsable de poner en peligro la vida de los que van a bordo de su nave; la embarcación puede naufragar por su negligencia. Disponemos de un libro guía, la Palabra de Dios, y no tendremos excusa si perdemos el camino que conduce al cielo, siendo que hemos recibido clarísimas instrucciones. La Biblia presenta una perfecta norma de carácter; es un guía infalible en todas las circunstancias, aun hasta el fin del viaje de la vida (My Life Today, p. 25; parcialmente en Mi vida hoy, 21 de enero, p. 29). El Señor Jesús dijo de las Escrituras del Antiguo Testamento, y cuánto más cierto es esto acerca del Nuevo: “Ellas son las que dan testimonio de mí”, (Juan 5:39) el Redentor, Aquel en quien se concentran vuestras esperanzas de la vida eterna. Sí, la Biblia entera nos habla de Cristo. Desde el primer relato de la creación, de la cual se dice: “Sin él nada de lo que es hecho, fue hecho” (Juan 1:3), hasta la última promesa: “¡He aquí, yo vengo presto!” (Apocalipsis 22:12) leemos acerca de sus obras y escuchamos su voz. Si deseáis conocer al Salvador, estudiad las Santas Escrituras. Llenad vuestro corazón con las palabras de Dios. Son el agua viva que apaga vuestra sed. Son el pan vivo que descendió del cielo (El camino a Cristo, p. 88).
¡Visita Sabbath School!
Comentarios Elena G.W para las Lecciones de Escuela Sabática https://ift.tt/u3nvjPp @seguidores @destacar Cuando apedrearon al elocuente y noble Esteban por instigación del Sanedrín, no hubo pérdida para la causa del evangelio. La luz del cielo que glorificó su rostro, la compasión divina que se expresó en su última oración, llegaron a ser como una flecha aguda de convicción para el miembro intolerante del Sanedrín que lo observaba, y Saulo, el fariseo perseguidor, se transformó en el instrumento escogido para llevar el nombre de Cristo a los gentiles, a los reyes y al pueblo de Israel… Por los esfuerzos de Satanás para destruirla, la simiente “incorruptible” de la Palabra de Dios, la cual “vive y permanece para siempre”, (1 Pedro 1:23) se esparce en los corazones de los hombres; por el oprobio y la persecución que sufren sus hijos, el nombre de Cristo es engrandecido y se redimen las almas (El discurso maestro de Jesucristo, p. 32). El gran principio que sostenían estos reformadores —el mismo que sustentaron los valdenses, Wiclef, Juan Hus, Lutero, Zuinglio y los que se unieron a ellos— era la infalible autoridad de las Santas Escrituras como regla de fe y práctica… La Biblia era su autoridad y por las enseñanzas de ella juzgaban todas las doctrinas y exigencias. La fe en Dios y en su Palabra era la que sostenía a estos santos varones cuando entregaban su vida en la hoguera. “Ten buen ánimo —decía Látimer a su compañero de martirio cuando las llamas estaban a punto de acallar sus voces—, que en este día encenderemos una luz tal en Inglaterra, que, confío en la gracia de Dios, jamás se apagará” (El conflicto de los siglos, pp. 254, 255). Necesitamos un guía a través de los muchos desfiladeros de la vida, tal como el marino necesita un práctico para sortear el banco de arena o el lecho rocoso del río… El marino que dispone de mapa y brújula, pero no los usa, es responsable de poner en peligro la vida de los que van a bordo de su nave; la embarcación puede naufragar por su negligencia. Disponemos de un libro guía, la Palabra de Dios, y no tendremos excusa si perdemos el camino que conduce al cielo, siendo que hemos recibido clarísimas instrucciones. La Biblia presenta una perfecta norma de carácter; es un guía infalible en todas las circunstancias, aun hasta el fin del viaje de la vida (My Life Today, p. 25; parcialmente en Mi vida hoy, 21 de enero, p. 29). El Señor Jesús dijo de las Escrituras del Antiguo Testamento, y cuánto más cierto es esto acerca del Nuevo: “Ellas son las que dan testimonio de mí”, (Juan 5:39) el Redentor, Aquel en quien se concentran vuestras esperanzas de la vida eterna. Sí, la Biblia entera nos habla de Cristo. Desde el primer relato de la creación, de la cual se dice: “Sin él nada de lo que es hecho, fue hecho” (Juan 1:3), hasta la última promesa: “¡He aquí, yo vengo presto!” (Apocalipsis 22:12) leemos acerca de sus obras y escuchamos su voz. Si deseáis conocer al Salvador, estudiad las Santas Escrituras. Llenad vuestro corazón con las palabras de Dios. Son el agua viva que apaga vuestra sed. Son el pan vivo que descendió del cielo (El camino a Cristo, p. 88).
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