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El Cristo Triunfante


El Cristo Triunfante
La desobediencia a Dios genera excusas muy pobres, 16 de mayo “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las Palabras de Jehová? Ciertamente, el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros”. 1 Samuel 15:22. https://ift.tt/8t5aNXK Los últimos días se ciernen sobre nosotros y Satanás trabaja con todas sus artes infernales a fin de engañar y destruir a las almas. Los reproches de los testimonios son recibidos casi universalmente con un: “Creo en los testimonios, pero no los entiendo”. El Señor ha corregido sus sendas extraviadas para salvarlos de la infelicidad, el engaño y la ruina, pero han seguido igual, como si la luz y las advertencias jamás hubieran llegado a ellos. Si hubieran estado en armonía con Dios, no se estarían apartando del Señor. Es por causa de su alejamiento de Dios que no escucharon su voz que los llamó diciéndoles: “Volveos a mí y yo me volveré a vosotros” y “os sanaré de todas vuestras rebeliones”. Saúl, después que hubo desobedecido los requerimientos de Dios con respecto a destruir a los amalecitas, salió al encuentro de Samuel, y le dijo: “Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la palabra de Jehová. Samuel entonces dijo: ¿Pues qué balido de ovejas y bramido de vacas es este que yo oigo con mis oídos?...” La respuesta fue la misma que hemos escuchado en casos similares: una excusa, una mentira: “El pueblo perdonó lo mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová tu Dios”. Saúl no dijo, “mi” [Dios], ni “nuestro” [Dios], sino “tu Dios”. Muchos que profesan servir a Dios están en la misma situación de Saúl: cubren proyectos ambiciosos, el orgullo de la ostentación, con una vestimenta de supuesta justicia... Samuel contempló a Saúl con indignación aunque con profunda compasión e inocultable congoja por el pecado cometido por uno a quien amaba sinceramente; aunque este amor no podía cerrar sus labios... Samuel entonces le comunicó al rey las terminantes palabras del Señor. Con todo, Saúl repitió su defensa, ellos habían perdonado lo mejor de las ovejas para ofrecerlas en sacrificio al Señor... [Entonces Samuel le dijo:] “Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey”... ¡Oh, cuán pocos pueden imaginar la aflicción del corazón de Samuel cuando regresó a Ramá! Dios había puesto bajo su responsabilidad el caso de Saúl y también el peso de este terrible mensaje que debía transmitir al monarca. Rara vez un pecador se siente bien al recibir un mensaje de reproche. Culpa al que abrió los labios y pronunció las palabras de advertencia, de abrigar una agenda personal. En su ceguera no se da cuenta de que está alejando de sí, por su terca resistencia, la última oferta de luz y de misericordia... Se me ha hecho ver este mismo poder cautivador de odio por la admonición, de necedad y de rebelión, como nunca antes lo había visto. El que recibe el mensaje de reproche se aferra firmemente a sus propias opiniones.—Manuscrito 1a, 1890.
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