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El Cristo Triunfante


El Cristo Triunfante
Podemos seguir al señor con confianza, 6 de mayo “Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? Él respondió: No; mas como príncipe del ejército de Jehová he venido ahora”. Josué 5:13, 14. https://ift.tt/sanzNi3 Después de la muerte de Moisés el gobierno pasó a manos de Josué. Como siervo de Dios, debía realizar una tarea especial. Desempeñó su oficio con gran honor y responsabilidad y las instrucciones impartidas a Moisés le fueron transferidas de un modo singular. “Ahora pues”, dijo el Señor, “levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie...” Cuando Josué contempló la ciudad de Jericó y consideró sus fortificaciones, elevó en su intimidad una oración a Dios, pues todo aquello parecía ir en su contra. Entonces, “alzó sus ojos y vio a un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano”. En esta ocasión, no era una visión. Era Cristo en persona con su gloria oculta tras el vestido de la humanidad... Si los ojos de Josué hubieran sido abiertos habría contemplado la presencia de las huestes celestiales dispuestas a derribar los muros de Jericó y poner a la ciudad en las manos del pueblo de Dios. Ahora, con toda confianza, Josué podía seguir las instrucciones y dejar su carga, grande y compleja, en las manos del Eterno... El Señor favoreció al pueblo escogido con prosperidad... Dios declaró que éste sería un pueblo santo, apartado para él, y prometió que si ellos guardaban el pacto establecido con el Cielo, él proveería lo que necesitaran para su felicidad. Muy claras y definidas habían sido las instrucciones que Cristo había dado a Moisés al establecer los términos de la prosperidad que habrían de gozar y de la protección contra toda enfermedad . “Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto...” Esta misma seguridad se extiende hoy al pueblo de Dios en su peregrinar hacia la Canaán celestial, donde una abundante heredad ha sido dispuesta para todos los que aman a Dios y guardan sus mandamientos. “Guarda, por tanto, los mandamientos, estatutos y decretos que te mando hoy que cumplas”.—Manuscrito 134, 1899.
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