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A Fin de Conocerle


La venida del consolador, 14 de junio Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. Juan 14:16, 17. https://ift.tt/fE5DqzH Cristo estaba por irse a su hogar celestial, pero aseguró a sus discípulos que enviaría al Consolador que habitaría con ellos para siempre. Todos pueden confiar implícitamente en la dirección de ese Consolador. Es el Espíritu de verdad; pero el mundo no puede ver ni recibir esa verdad. Cristo quería que sus discípulos comprendieran que no los dejaría huérfanos. “No os dejaré huérfanos” declaró; “vendré a vosotros”. Vers. 18. ¡Preciosa y gloriosa seguridad de vida eterna! Aunque Cristo iba a estar ausente, la relación de ellos con él había de ser como la de un hijo con su padre. Las palabras dirigidas a los discípulos nos llegan a través de las palabras de ellos. El Consolador es nuestro tanto como de ellos, en todos los tiempos y en todos los lugares, en todos los dolores y en todas las aflicciones, cuando las perspectivas parecen oscuras y confuso el futuro, y nos sentimos desvalidos y solos. Entonces es cuando el Consolador será enviado en respuesta a la oración de fe. No hay consolador como Cristo, tan tierno y tan leal. Está conmovido por los sentimientos de nuestras debilidades. Su Espíritu habla al corazón. Las circunstancias pueden separarnos de nuestros amigos; el amplio e inquieto océano puede agitarse entre nosotros y ellos. Aunque exista su sincera amistad, quizá no puedan demostrarla haciendo para nosotros lo que recibiríamos con gratitud. Pero ninguna circunstancia ni distancia puede separarnos del Consolador celestial. Doquiera estemos doquiera vayamos, siempre está allí, Alguien que está en el lugar de Cristo para actuar por él. Siempre está a nuestra diestra para dirigirnos palabras suaves y amables.—The Review and Herald, 26 de octubre de 1897.

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