Dios nos Cuida
Manteniendo vivo el amor, 18 de junio Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Colosenses 3:18-19. https://ift.tt/nwjWTvE Cuántos sinsabores y qué marea de ayes e infelicidad se evitaría si los hombres, y también las mujeres, siguieran cultivando la consideración, la atención y las bondadosas palabras de aprecio y las pequeñas cortesías que mantuvo encendido el amor y que ellos consideraban necesarias para conquistar a los compañeros de su elección. Si el marido y la mujer siguieran cultivando esas atenciones que alimentan el amor, serían felices en la compañía mutua y tendrían una influencia santificadora sobre sus familiares. Tendrían en ellos mismos un pequeño mundo de felicidad y no desearían salir de ese mundo a buscar nuevas atracciones y nuevos objetos de amor... Muchas mujeres anhelan palabras de amor y ternura y las atenciones y las cortesías comunes que les deben sus maridos, quienes las han elegido como compañeras de la vida... Son estas pequeñas atenciones y cortesías lo que hacen la suma de la felicidad de la vida... Si conserváramos la ternura del corazón en nuestras familias, si hubiera una noble y generosa deferencia hacia los gustos y las opiniones mutuas, si la esposa buscara oportunidades de expresar su amor en actos de cortesía hacia su esposo, si éste manifestara la misma consideración y bondadosos miramientos hacia la esposa, los hijos participarían del mismo espíritu. La influencia penetraría el hogar, y ¡qué marea de miseria se evitaría en las familias!... Cada pareja que une sus intereses de la vida debería tratar de hacer la vida del otro tan feliz como sea posible. Lo que apreciamos tratamos de conservarlo y de hacerlo más valioso, si podemos. En el contrato matrimonial los hombres y las mujeres han realizado un convenio, una inversión para toda la vida, y por lo tanto deberían hacer todo lo posible por controlar sus expresiones de impaciencia y de mal humor, con más cuidado aún del que ponían antes de su casamiento, porque ahora su destino está unido durante toda la vida como esposo y esposa, y cada uno es valorado en proporción exacta a la cantidad de esfuerzo esmerado que dedica a retener y mantener fresco el amor tan ansiosamente buscado y atesorado antes del matrimonio.
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Manteniendo vivo el amor, 18 de junio Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. Colosenses 3:18-19. https://ift.tt/nwjWTvE Cuántos sinsabores y qué marea de ayes e infelicidad se evitaría si los hombres, y también las mujeres, siguieran cultivando la consideración, la atención y las bondadosas palabras de aprecio y las pequeñas cortesías que mantuvo encendido el amor y que ellos consideraban necesarias para conquistar a los compañeros de su elección. Si el marido y la mujer siguieran cultivando esas atenciones que alimentan el amor, serían felices en la compañía mutua y tendrían una influencia santificadora sobre sus familiares. Tendrían en ellos mismos un pequeño mundo de felicidad y no desearían salir de ese mundo a buscar nuevas atracciones y nuevos objetos de amor... Muchas mujeres anhelan palabras de amor y ternura y las atenciones y las cortesías comunes que les deben sus maridos, quienes las han elegido como compañeras de la vida... Son estas pequeñas atenciones y cortesías lo que hacen la suma de la felicidad de la vida... Si conserváramos la ternura del corazón en nuestras familias, si hubiera una noble y generosa deferencia hacia los gustos y las opiniones mutuas, si la esposa buscara oportunidades de expresar su amor en actos de cortesía hacia su esposo, si éste manifestara la misma consideración y bondadosos miramientos hacia la esposa, los hijos participarían del mismo espíritu. La influencia penetraría el hogar, y ¡qué marea de miseria se evitaría en las familias!... Cada pareja que une sus intereses de la vida debería tratar de hacer la vida del otro tan feliz como sea posible. Lo que apreciamos tratamos de conservarlo y de hacerlo más valioso, si podemos. En el contrato matrimonial los hombres y las mujeres han realizado un convenio, una inversión para toda la vida, y por lo tanto deberían hacer todo lo posible por controlar sus expresiones de impaciencia y de mal humor, con más cuidado aún del que ponían antes de su casamiento, porque ahora su destino está unido durante toda la vida como esposo y esposa, y cada uno es valorado en proporción exacta a la cantidad de esfuerzo esmerado que dedica a retener y mantener fresco el amor tan ansiosamente buscado y atesorado antes del matrimonio.
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