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Exaltad a Jesús


Una fuente que satisface, 19 de junio Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. Juan 4:10. https://ift.tt/ReY6ocQ ¿Qué le dijo Jesús a la mujer samaritana junto al pozo de Jacob?... El agua que yo te daré será... una fuente de agua que salte para vida eterna”. El agua a la cual Cristo se refirió era la revelación de su gracia en su Palabra; su Espíritu, su enseñanza, es una fuente que satisface a toda alma. Toda otra fuente a la cual recurramos resultará insatisfactoria. Pero la Palabra de verdad es como frescas corrientes, simbolizadas por las aguas del Líbano, que siempre satisfacen. En Cristo hay plenitud de gozo para siempre. Los deseos, placeres y atractivos del mundo nunca satisfacen ni sanan al alma. Pero Jesús nos dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna”. La benigna presencia de Cristo en su Palabra está siempre hablando al alma, represetándolo por medio de la fuente del agua viva que refresca el alma sedienta. Es nuestro privilegio tener un Salvador vivo y permanente. El es la fuente de poder espiritual implantada dentro de nosotros, y su influencia se manifestará en palabras y acciones, refrigerando a todos los que están dentro de la esfera de nuestra influencia, creando en ellos deseos y aspiraciones de fuerza y pureza, de santidad y paz, y del gozo que no trae consigo dolor. Este es el resultado cuando el Salvador mora dentro de nosotros. Jesús dice: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. El anduvo una vez como hombre sobre la tierra, revestida su divinidad de humanidad, un hombre que sufría y era tentado, perseguido por los ardides satánicos. Fue tentado en todo punto como nosotros, y sabe cómo socorrer a los que son tentados. Ahora está a la diestra de Dios; está en el cielo como nuestro abogado para interceder por nosotros. Siempre hemos de cobrar consuelo y esperanza al pensar en esto. El está pensando en los que están sujetos a las tentaciones de este mundo. Piensa en nosotros individualmente, y conoce cada una de nuestras necesidades. Cuando seáis tentados, decid tan sólo: El cuida de mí, él intercede en mi favor, él me ama, él ha muerto por mí. Me entregaré sin reservas a él. Entristecemos el corazón de Cristo cuando vamos condoliéndonos de nosotros mismos como si fuéramos nuestro propio salvador. No; debemos encomendar la guarda de nuestras almas a Dios como a un Creador fiel. El siempre vive para interceder por los probados y tentados. Abra su corazón a los brillantes rayos del Sol de justicia y no permita que un solo suspiro de duda, una sola palabra de incredulidad escape de sus labios para que no siembre las semillas de la duda. Hay ricas bendiciones para nosotros; apropiémonos de ellas por la fe. Le ruego que tenga valor en el Señor. La fortaleza divina es nuestra; hablemos palabras de ánimo, fortaleza y fe... Presente un testimonio viviente en favor de Dios bajo toda circunstancia.—Testimonios para los Ministros, 390-391.

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