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En los Lugares Celestiales


El voto de fidelidad del cristiano, 1 de julio Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos. Levítico 20:26. https://ift.tt/CDTVHEr El carácter de aquel que acude a Dios por la fe dará testimonio de que el Salvador ha entrado en su vida dirigiéndolo todo, penetrándolo todo. La tal persona siempre estará preguntando: “¿Es ésta tu voluntad y es éste tu camino, mi Salvador?” Constantemente mirará a Jesús, el autor y consumador de su fe. Consulta la voluntad de su divino Amigo en cuanto a todas sus acciones, porque sabe que en esta confianza está su fuerza. Ha desarrollado el hábito de levantar su corazón a Dios en cada perplejidad, cada incertidumbre. El que acepta a Dios como su Soberano debe prestar el juramento de fidelidad a él. Debe vestir el uniforme cristiano y enarbolar la bandera que muestra a qué ejército pertenece. Debe hacer plena confesión de su fidelidad a Cristo. Es imposible esconderla. La divisa de Cristo debe aparecer en la vida en obras santificadas. “Yo Jehová vuestro Dios, que os he apartado de los pueblos”. “Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos”. “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. “Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará”. Levítico 20:24, 26; 1 Tesalonicenses 5:23; Isaías 43:21 ... La completa sujeción mediante Cristo a la voluntad de Dios es nuestra única salvaguardia. Los pensamientos e impulsos egoístas que asuelan el alma produciendo notas discordantes, pueden ser separados de la vida solamente cuando el ser entero esté bajo el control de Cristo. Las palabras del Salvador a todos los elementos indómitos son: “Calla, enmudece”. Cristo da la bienvenida a todos los que lo aceptan como su Salvador, y reina sobre ellos como su rey... Nuestro celo por el avance del reino de Dios debe distinguirnos como súbditos fieles de la cruz de Cristo.—Manuscrito 82, 1900.

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